Foro Navegantes

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El viaje está terminando, ha terminado ya cuando estoy cruzando el estrecho de Gibraltar. Siento que entro en otra dimensión después de 29 dias y medio sin pisar tierra, viviendo intensamente.
Entonces bajo al interior y escribo simplemente para explicar algo que olvidaré enseguida porque estaré inmerso en otra vida.... mucho más compleja e....








La vida en un barco es bastante sencilla. Se trata de ir de un lugar a otro lugar, buscando la mejor ruta teniendo en cuenta los vientos, la meteorología, las corrientes, las características del barco que llevas...
Día a día vas gestionando rutas, el cansancio y sobre todo el sueño. Las comidas. Cambiando velamen, ajustando rumbos, preveyendo las horas y los días posteriores, sin olvidar días mas lejanos si el viaje es largo. Cuando las fuerzas son muy justas, como en mi caso, es necesario tener todo en cuenta, minimizar las fuerzas, sacar el máximo rendimiento siempre en función del estado de uno. Noches que duermes poco porque hay mucho viento, noches que duermes poco porque hay poco viento y variable y hay que estar trimando o ajustando cada grado del rumbo, noches de viento estable en que todo va bien y es cómodo, y duermes hasta cuatro horas del tirón, y te levantas solo para apuntar (cada cuatro horas en singladuras largas). Todo, absolutamente todo pasa por tu cuerpo y el barco. Todo tiene sentido para el cuerpo y el barco. No hay más razones, no te preguntas el por qué de nada. No filosofas ni piensas salvo en lo esencial, lo inmediato o la estrategia a largo plazo, te preparas para el próximo vendaval, la próxima encalmada, miras la energía (baterías) que te queda y buscas cuando reponerla al mínimo gasto. Que el barco vaya lo más plano posible cuando pones el motor para cargar las baterías. Miras el desgaste de los cabos, recoges los que estorban. Aguantas este sueño atroz que te debilita. Este sueño que te acompaña casi todo el viaje. Que te levantas y ni siquiera sabes donde estas. Y miras los instrumentos de a bordo y no sabes qué significa: rumbo 100 grados, pero no recuerdas qué significa, o qué rumbo es el que llevabas, o si tienes que añadir o quitar grados... La flecha del viento, ¿qué me esta diciendo?. Hasta que poco a poco recuperas la noción de las cosas.
Si no te has llevado al límite o has podido descansar más, entonces sí que te despiertas y es un punto y seguido. Te acostaste sabiendo donde y cómo estaba todo. Pero a veces te despiertas muerto. Sin un ápice de fuerza. Necesitas 10, 20, 30 minutos para reaccionar.
Días en que llueve, saltan olas encima del barco, y estas en el interior, todo cerrado (y ya sabes lo mal que me sientan los barnices, la humedad, el colchón en que duermes....) , y te levantas con dolor en todas partes, atontado, … y también gestionas esto, te cuidas lo que puedes, por que a veces te espera algo duro, y esto te tensa, hasta que llega y lo gestionas bien, y todo va en orden, las velas adecuadas, el rumbo adecuado....
A veces es una pasada como subes las olas y te acompasas al viento, y el barco se desliza sin esfuerzo... Otras sufres porque nada se acompasa. Mar cruzada, olas de proa y terribles pantocazos (el barco golpea al bajar de una ola y entonces todo tiembla y parece que vaya a romperse).
Y satisfacción por cómo se desarrolla todo, cómo se realizan buenas singladuras diarias, como uno va por este mar gigantesco, negociando rumbos, rutas, vientos, tormentas, calmas....
Siempre acompañado por esta nueva tablet donde se refleja todo, los barcos que te cruzas y con los que podrías chocar, la velocidad, el rumbo, el angulo del viento... y te lo colocas frente a la cama y a ratos le echas un ojo.
Y a veces estas durmiendo pero te despierta algo, y es que el viento ha cambiado en rumbo o en velocidad. Si ha subido los movimientos son más duros, más secos, y hay que trimar las velas para que todo vaya mas suave, mas acompasado, ….
Y esta es la vida, tener un día supremo de sol después de días de humedad, noches estrelladas y noches oscuras con tenebrosas nubes. Días de vientos suaves en los que avanzas bien, y todo es tranquilo. Y otras cosas que te dejas, por ejemplo ir al baño, con el barco tumbado y dando saltos, o hacer la comida agarrándote como puedes, ollas que saltan, agua que se derrama, achique porque el agua entra poco a poco por un pasa cascos, o se ha agujereado la junta del escape y va entrando agua y no tienes bombas eléctricas sino un tubo largo que colocas como puedes y sales fuera a bombear a mano.
Y la ropa, siempre ajustando, que si desnudo, dos jerseys, gorra o gorro , pantalón impermeable o mas fresco.... siempre buscando lo mejor porque ello lleva a una economía del desgaste. Porque son días y días con movimiento constante. Cada gesto, cada desplazamiento requiere energía y cuidado de no dañarte. Sales a proa a hacer algún cambio de vela y te agarras con toda la atención porque es fácil caer al agua. Y a veces, si te atas, es peor. Estar atado te dificulta cada movimiento y esto supone cansancio añadido.
O tienes que lidiar con el cabreo de haber hecho una tontería, algún error....
Días en que has tenido un sueño raro o que te ha perturbado, o en que estás más sensible y te emociona algo, pero, sea lo que sea, siempre hay una dirección, una “obligación”, porque aquí no es un juego, y hay que seguir las reglas, no se puede ir dando vueltas a la nada, no se puede despilfarrar nada. Uno, aquí, es solo parte y sólo hay un fin.


En fin, como en la vida misma pero con reglas sencillas, naturales, sin posibilidad de preguntarse qué hago aquí, a donde voy, o preguntas filosóficas o para justificar cosas, comportamientos, acciones.... Aquí todo es lógico, natural. Cuando llegues a puerto, entonces ya decidirás lo que sea ( trascendental o no).
En el mar no estás disperso, estás todo tú en la acción, en el reposo, en la economía que es...
Todo tiene perfecto sentido, todos los esfuerzos, todos los cuidados, todas las decisiones, todos los problemas, todo tiene sentido en la consecución del viaje, en la llegada a destino. El viaje ha sido la suma de todo esto. Y uno es parte de ello. Simplemente.




Y luego está LA NATURALEZA, EL MAR, EL CIELO. No es la oficina, no es la ciudad, no es el coche, no es el ruido, no hay caras de hastío, no hay disconformidad, no hay tedio, no hay superficialidad, no se necesita justificación, ni ideas (ah!!!!! sobretodo no hacen falta ideas ni ideales.)
Y cuando llegas está la satisfacción, la satisfacción de un buen viaje, de haber resulto todos los problemas (una driza que se rompe, una vela al agua, una entrada de agua, la electrónica que falla, etc, etc...), de haber sabido gestionarlo todo, el barco, el material, tu cuerpo, …
Gracias mar, tú que eres tan poderoso, tan gigantesco, tan temible. He sabido ganarme mi suerte, labrarme camino, aliarme, comprenderte, ….. ARMONIA.














(Y ahora, llegando a la civilización, todo va diluyéndose. Qué destino, que sentido, qué ritmo para qué acción... Esta vida que tanto, tantísimo he intentado siempre entender. Y entendiendo, qué sentido, qué destino, qué hacer aquí que cumpla aunque sea una parte...)




22 de junio 2020 en el Mar de Alboran.