03-12-2018, 09:01 PM
El texto que sigue, lo publiqué hace tiempo en LTP, lo he revisado animado por la Maga (me abruma porque la admiro tanto como navegante como escritora ) .
Trata de la personalidad de los Cabos de la Costa da Morte. Os preguntaréis cómo se puede sostener que los Cabos tengan una condición tan humana como la personalidad, pero para los gallegos que antropoligicamente somos panteistas, esto no resulta tan extraño,
La personalidad de los Cabos da Costa da Morte,
Navegando La Costa da Morte, entrenas el cuerpo y la mente al tiempo que preparas tu embarcación para enfrentarte a uno de los puntos más duros del Atlantico. Los Cabos se suceden, pero si te rindes agotado, las rías te otorgan abrigo y descanso para volver a intentarlo. Es allí donde rompen las olas que acompañan a las borrascas que llegan desde Canadá enganchadas unas a otras como cuentas de un rosario. Los marineros de allí te hablan de la personalidad de los cabos, cada uno con su orografía, cada uno con sus historias y sus vientos, con sus particulares penachos de brezal y pedernal.
Todos muestran un temperamento particular que les ha hecho protagonizar muchas historias, tantas que son imposibles de contar, pues se han cobrado infinitas vidas entregadas a la mar, sembradas unas encima de otras, la mayoría anónimas y pedidas en la memoria.
Finisterre es redondo y barrigudo. En suave caída se descuelga encima de la peña do Cintolo. Está tan cerca que se funde con el cantil cuando se ve desde el mar con suficiente respeto. Entre el Cintolo y el Cabo se puede pasar si el tiempo es bueno. El cabo no se merece el título de ser el fin del mundo, porque no es el más occidental.
El que sale más a poniente es Touriñan, que se esconde agazapado. Se percibe como una pequeña lengua de roca adentrándose escurridizo, Maquiavélico y traidor, cuando lo conoces se presienten sus malas intenciones como un depredador en la foresta. Paciente espera como una araña a que su presa caiga en la trampa del bajo del Farelo. Solo vela en bajamar y a media milla. Cuando el navegante ya se siente libre del Cabo, lo atrapa la roca. Los que han buceado allí aseguran que los pecios se acumulan unos encima de otros, por generaciones, por estratos...
El Roncudo se deja caer al sur. Protege la ría doblegado sobre si mismo. Apartándose prudentemente, avergonzado parece buscar el socaire de Trece y Cabo Laxe. No hay que confiare pues esconde en sus barbas el peligro de los bajos de” la avería “
El Villano es una daga que se adentra en el Océano al que desafía con la Cara del Vilan de fora. Un inmenso Mohai con forma de cabeza humana oteando el horizonte. Esa cabeza es la del mítico Adamastor que enamorado de la Ninfa Tetis se convirtió en roca. Vigila desde su promontorio las playas de Reira y el cementerio de los ingleses, enfrentado a las olas más grandes, defendiendo su bastión de las tempestades atlánticas.
Pero el Villano es noble, no se esconde acurrucado como Touriñan, se eleva recio y desafiante, a pecho desnudo, sin vegetación que en él pueda aposentarse , coronado por el faro mas potente, el que más se adentra en el mar para presumir soberbio de su imponente presencia. En medio de la niebla su sirena suena como el bramido de un toro herido . Sus fauces son las Baleas responsables de la destrucción del Serpent y de la muerte de sus ciento cincuenta tripulantes. El Bufardo es su colmillo que solo se esquiva pegándonos al cantil. Los bajos del Corno (del Cuerno ) con las Quebrantas se cierran como unas pinzas sobre el canal norte. Entrando por este, viramos el Cabo encarando la Virgen del monte. El viento se viene al través y se encañona. El velero vuela vibrando en la rompiente, levantando bigotes de espuma blanca. Hay que seguir hasta descubrir las luces de la aldea de Merexo, dejando por la aleta la Virgen solitaria en su propia montaña. , Es un lugar sagrado a donde acudían a rezar las mujeres moviendo las tejas para que cambiara el viento. También es enfilación marcando el canal norte usando su capilla sobre su montaña a modo de pedestal . Los nombres de los escuderos del Vilan describen su fiereza, Moedór, Quebrántas, Corno, o Bufardo... son su panteón de ángeles infernales dispuestos a servir a su líder. Arrogantes se exhiben ante las tripulaciones que asustadas se acercan al Xanboy que suele romper de imprevisto. Como un felino salta sobre su presa y se la entrega al Moedor que la remata entregándola como un sacrifico a la píes de la Virxen da Barca. Allí es donde reposa su barca y su vela de piedra, que sus devotos romeros consiguen mover a pesar de pesar varias toneladas,
Si el marino supera todas las trampas, el río Grande le acoge y le conduce al viejo puerto de Ponte do Porto. De allí partió encaje para las mesas más distinguidas, allí se armaron muchos pataches de vela para cargar madera desde el río Negro para el Puerto de Santa María volviendo con sal de san Pedro del Pinatar. Atracaban en el Curbeiro, el puerto de Camariñas construido con las piedras del viejo castillo, con sus almenas convertidas en cara maestra, con sus cañones haciendo de noray.
Muy cerca los percebeiros de Santa Mariña escudriñan las grietas y las rompientes de Sabadelle, de Cabo trece, Arou y Camelle. Se mueven respetuosos bajo la cabeza del gigante, sigilosos como los pajaros que limpian la boca de un caimán . Ante la inmensidad de la roca se perciben diminutos y frágiles. Son una metáfora de la vida humana. Las piedras serán las mismas por toda la eternidad, pero serán otros los percebeiros. El mar será el mismo desde Terranova a Cabo de Hornos y los hombres que trepan al gigante serán diferentes pero igual de duros que el pedernal de donde arrancan su sustento:
Mar bravo, terra bravía.
forte un, i outra mais forte;
falades coa valentía
dos que rin diante da morte
Lopez Abente.
Trata de la personalidad de los Cabos de la Costa da Morte. Os preguntaréis cómo se puede sostener que los Cabos tengan una condición tan humana como la personalidad, pero para los gallegos que antropoligicamente somos panteistas, esto no resulta tan extraño,
La personalidad de los Cabos da Costa da Morte,
Navegando La Costa da Morte, entrenas el cuerpo y la mente al tiempo que preparas tu embarcación para enfrentarte a uno de los puntos más duros del Atlantico. Los Cabos se suceden, pero si te rindes agotado, las rías te otorgan abrigo y descanso para volver a intentarlo. Es allí donde rompen las olas que acompañan a las borrascas que llegan desde Canadá enganchadas unas a otras como cuentas de un rosario. Los marineros de allí te hablan de la personalidad de los cabos, cada uno con su orografía, cada uno con sus historias y sus vientos, con sus particulares penachos de brezal y pedernal.
Todos muestran un temperamento particular que les ha hecho protagonizar muchas historias, tantas que son imposibles de contar, pues se han cobrado infinitas vidas entregadas a la mar, sembradas unas encima de otras, la mayoría anónimas y pedidas en la memoria.
Finisterre es redondo y barrigudo. En suave caída se descuelga encima de la peña do Cintolo. Está tan cerca que se funde con el cantil cuando se ve desde el mar con suficiente respeto. Entre el Cintolo y el Cabo se puede pasar si el tiempo es bueno. El cabo no se merece el título de ser el fin del mundo, porque no es el más occidental.
El que sale más a poniente es Touriñan, que se esconde agazapado. Se percibe como una pequeña lengua de roca adentrándose escurridizo, Maquiavélico y traidor, cuando lo conoces se presienten sus malas intenciones como un depredador en la foresta. Paciente espera como una araña a que su presa caiga en la trampa del bajo del Farelo. Solo vela en bajamar y a media milla. Cuando el navegante ya se siente libre del Cabo, lo atrapa la roca. Los que han buceado allí aseguran que los pecios se acumulan unos encima de otros, por generaciones, por estratos...
El Roncudo se deja caer al sur. Protege la ría doblegado sobre si mismo. Apartándose prudentemente, avergonzado parece buscar el socaire de Trece y Cabo Laxe. No hay que confiare pues esconde en sus barbas el peligro de los bajos de” la avería “
El Villano es una daga que se adentra en el Océano al que desafía con la Cara del Vilan de fora. Un inmenso Mohai con forma de cabeza humana oteando el horizonte. Esa cabeza es la del mítico Adamastor que enamorado de la Ninfa Tetis se convirtió en roca. Vigila desde su promontorio las playas de Reira y el cementerio de los ingleses, enfrentado a las olas más grandes, defendiendo su bastión de las tempestades atlánticas.
Pero el Villano es noble, no se esconde acurrucado como Touriñan, se eleva recio y desafiante, a pecho desnudo, sin vegetación que en él pueda aposentarse , coronado por el faro mas potente, el que más se adentra en el mar para presumir soberbio de su imponente presencia. En medio de la niebla su sirena suena como el bramido de un toro herido . Sus fauces son las Baleas responsables de la destrucción del Serpent y de la muerte de sus ciento cincuenta tripulantes. El Bufardo es su colmillo que solo se esquiva pegándonos al cantil. Los bajos del Corno (del Cuerno ) con las Quebrantas se cierran como unas pinzas sobre el canal norte. Entrando por este, viramos el Cabo encarando la Virgen del monte. El viento se viene al través y se encañona. El velero vuela vibrando en la rompiente, levantando bigotes de espuma blanca. Hay que seguir hasta descubrir las luces de la aldea de Merexo, dejando por la aleta la Virgen solitaria en su propia montaña. , Es un lugar sagrado a donde acudían a rezar las mujeres moviendo las tejas para que cambiara el viento. También es enfilación marcando el canal norte usando su capilla sobre su montaña a modo de pedestal . Los nombres de los escuderos del Vilan describen su fiereza, Moedór, Quebrántas, Corno, o Bufardo... son su panteón de ángeles infernales dispuestos a servir a su líder. Arrogantes se exhiben ante las tripulaciones que asustadas se acercan al Xanboy que suele romper de imprevisto. Como un felino salta sobre su presa y se la entrega al Moedor que la remata entregándola como un sacrifico a la píes de la Virxen da Barca. Allí es donde reposa su barca y su vela de piedra, que sus devotos romeros consiguen mover a pesar de pesar varias toneladas,
Si el marino supera todas las trampas, el río Grande le acoge y le conduce al viejo puerto de Ponte do Porto. De allí partió encaje para las mesas más distinguidas, allí se armaron muchos pataches de vela para cargar madera desde el río Negro para el Puerto de Santa María volviendo con sal de san Pedro del Pinatar. Atracaban en el Curbeiro, el puerto de Camariñas construido con las piedras del viejo castillo, con sus almenas convertidas en cara maestra, con sus cañones haciendo de noray.
Muy cerca los percebeiros de Santa Mariña escudriñan las grietas y las rompientes de Sabadelle, de Cabo trece, Arou y Camelle. Se mueven respetuosos bajo la cabeza del gigante, sigilosos como los pajaros que limpian la boca de un caimán . Ante la inmensidad de la roca se perciben diminutos y frágiles. Son una metáfora de la vida humana. Las piedras serán las mismas por toda la eternidad, pero serán otros los percebeiros. El mar será el mismo desde Terranova a Cabo de Hornos y los hombres que trepan al gigante serán diferentes pero igual de duros que el pedernal de donde arrancan su sustento:
Mar bravo, terra bravía.
forte un, i outra mais forte;
falades coa valentía
dos que rin diante da morte
Lopez Abente.