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Versión completa: Travesía grecia 2009 añeja
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Os dejo aquì un retato añejo que me trae recuerdos....

Un abrazo



1ª parte

Diario de a bordo del Celeste, en su travesía por las islas Argo Sarónicas en el mar Egeo.


28 de abril de 2009 día de San Prudencio.


Empiezo hoy día 28 de abril a relatar este azaroso viaje que comenzó el día 25 de abril en Alimós, Atenas, donde despúes de aprovisionarnos en el supermercado del puerto, zarpamos rumbo a la isla de Egina. Allí aprendimos la primera palabra en griego: kalimera. Iñaki, el patrón se rió mucho pensando que era un nombre de mujer, al poco supimos que quiere decir buenos días.

Tras unas breves explicaciones sobre el funcionamiento del barco, a cargo de los empleados de Fylovent, la compañía que nos lo alquilaba, partimos en el Celeste, un Sun Odisey de 36 piés, casi nuevo tomando rumbo 248º. Navegamos con viento de través sin percances y en menos de tres horas iniciamos la aproximación al puerto de Egina, con bastante antelación sobre el horario que habíamos previsto. Tras ojear las posibilidades de amarre, el capitán se decidió por un hueco que había junto a un velero de bandera danesa. Amarramos de popa, con la ayuda de los simpáticos daneses. Había bastante viento y la verdad es que nos vino bien la asistencia de nuestros vecinos. La maniobra no fue del todo elegante, pero no había de ser el peor de nuestros amarrajes.

Eran casi las 19:00, preparamos la cena e invitamos a nuestros ayudantes a queso y vino blanco. Iñaki estubo charlando con uno de ellos. En mi escasísimo inglés entendí que estaba de vacaciones y que el barco era suyo. Al rato, un tipo de bigotes, suponemos que algún encargado de puerto, nos dijo que no había problema por amarrar donde estábamos durante un día y no habló para nada de cobrarnos. Esto me tranquilizó bastante porque acostumbrada a los puertos de nuestro mar, donde primero se pide permiso para amarrar y luego se va a capitanía con la documentación del barco y se paga, tenía la sensación, de la cual mi capitán se burlaba constantemente, de estar haciendo algo ilegal.

2ª Parte admirado público.....

Después de cenar dimos una vuelta por la ciudad, pequeña y pintoresca, con las casas de uno o dos pisos pintadas de colores y callejuelas estrechas atestadas de todo tipo de comercios. En el paseo marítimo, se disponían las tabernas que con sus terrazas cubiertas ocupaban prácticamente toda la acera y por la calzada circulaban airosas las calesas adornadas por flores y tiradas por caballos. Por supuesto me acordé de Markel, mi hijo pequeño y casi pude imaginar la emoción que le hubiera causado ver los carruajes.

El día 26 de abril lo pasamos entero en la isla de Egina. Segundo Domingo de Pascua. Las campanas de las numerosas iglesias comenzaron a repicar temprano llamando a los fieles a misa. No nos despertaron no obstante porque madrugamos bastante. Según la guía de las islas griegas que llevábamos y que por cierto, resultó ser bastante inexacta, la isla de Egina es pequeña, de apenas 8 km de lado por lo que pensamos que alquilar un par de bicicletas podía ser una buena opción para recorrerla. Nos dirigimos pues a un local donde alquilaban todo tipo de vehículos y que atendía una mujer rubia, de unos treinta años, que resultó ser polaca. Hablaba con soltura inglés, griego y francés, siempre me ha maravillado la facilidad para aprender idiomas de los polacos. La madre de un compañero de mi hijo pequeño es polaca y habla castellano sin ningún tipo de acento.

La joven, muy amable y profesional nos desaconsejó la bicicleta por ser la isla muy montañosa y nos ofreció un Panda amarillo que finalmente alquilamos por 30 euros el día.

Nuestra primera parada fue en el templo de Apolo, a las afueras de la ciudad de Egina. Mi primer templo griego. Me resulta difícil describir la emoción que sentí. Las ruinas eran escasas, se conservaban únicamente las trazas de las calles, los cimientos de las construcciones y una única columna en pié a la que faltaba el capitel. Sin embargo, la sensación de estar en un lugar que fue sagrado, donde mis admiradísimos aqueos adoraron al dios de la música, la filosofía y la medicina, sólo podría calificarse de cercana al éxtasis. Entre las ruinas, rodeadas de pinos y olivos, florecían las jaras, el romero y la lavanda. El cielo azul, el olor a bosque y la cálida temperatura me hicieron sentir por primera vez, aunque ya llevábamos varios días en el país, que por fin estaba en Grecia.
3ª Parte.....pensé cortarla pero no tengo autorización......



En el mismo recinto, custodiado por tres mujeres de diferentes edades que hablaban entre sí y parecían conspirar se encontraba un pequeño museo arqueológico. Vestían cada una de ellas conforme a su edad y a parte de cobrarnos la entrada no nos hicieron el menor caso,. Allí pudimos ver, además de mucha cerámica, la esfinge de Egina. Mitad mujer, mitad león alado, en marmol blanquísimo, me llamó la atención el naturalismo de su rabo retorcido. Recordé y no sería la última vez, el mito de Edipo de Tebas.

Volviendo al Panda emprendimos el camino al templo de Afaia. Según la guía y así tuvimos ocasión de comprobarlo, se trata de uno de los templos dóricos mejor conservados de Grecia. Si la emoción qie experimenté en el templo de Apolo la he calificado de próxima al éxtasis, la que viví en Afaia me movió a hacer una promesa, la de no quejarme nunca más. Después de estar viviendo algo así, en plenitud de salud y junto a la persona amada, no me parecía que me asistiese el derecho a queja en adelante.

De regreso a la ciudad de Egina visitamos el santuario de Agios Nektarios, el último santo canonizado por la iglesia ortodoxa. La catedral se contruyó en 1994, en estilo bizantino, con su correspondiente gran cúpula y según dicen es el mayor templo ortodoxo del mundo después de Agia Sofía en Estambúl.

Junto a la puerta principal de la iglesia, un cartel en griego y en inglés, advertía de que para guardar el debido decoro, no se admitía la entrada de mujeres con pantalones. Allí mismo, en una silla había un montón de faldillas que a modo de delantal, se ataban a la cintura. Siguiendo el ejemplo de una mujer que estaba a punto de entrar en la catedral me puse una de aquellas faldas pero al poco tiempo ví entrar a otras muchas que a pesar de parecer muy devotas por la forma en que se santiguaban y besaban los iconos, iban tranquilamente en pantalones y bien ceñidos en algunas ocasiones.

La iglesia seguía el patrón de los templos ortodoxos: frescos decorando las paredes y la cúpulas, dorados iconos de santos y santas en los altares laterales, gran lámpara, altar central y penetrante olor a incienso y cera. Todas las velas son de cera auténtica, observó Iñaki, encendiedo una de ellas.

Ya en el exterior, un hombre vendía recuerdos del santuario. Le preguntamos por el camino a Palaiochora y nos dio unas indicaciones muy precisas en ingles. Le compramos dos tablillas de Agios Nektarios y de la Virgen María y un pequeño crucifijo azul pensando en Markel y su afición a las cruces.

Palaiochora es un lugar singular. Una ladera rocosa en la que se ven como empotradas, cientos de capillas de estilo bizantino. Subimos entre los pinos, por el tortuoso camino de acceso labrado en piedra dejando a derecha e izquierda las pequeñas ermitas, muchas de ellas aún con culto, a juzgar por las velas encendidas y las flores que se veían en su interior. Estábamos prácticamente solos. Parece ser que los isleños contruyeron este conjunto de iglesias en el siglo XVI, en esta montaña en lo más recóndito del interior de la isla para protegerse de los ataques de los piratas y otomanos.

De nuevo en Egina capital, hacia las 13:00, fuimos a devolver el Panda puesto que aunque lo teníamos alquilado para todo el día , teníamos intención de zarpar a primera hora de la tarde hacia la isla de Poros.

No fue así. Después de comer una deliciosa ensalada de rúcula, tomate y cebolla, salchichas griegas y queso, empezamos a ver que se nublaba, soplaba un fuerte viento y amenazaba lluvia. No nos gustó el cariz que estaba tomando el tiempo y decidimos quedarnos. Debo decir que influí bastante en esa decisión, no me apetecía demasiado navegar con mal tiempo, para ser franca en realidad me aterraba la posibilidad de enfrentarme a una tormenta, en un barco que no era el nuestro, en un país desconocido, hacia un puerto de destino con extrañas costumbre de amarre. Me parecía mucho más sugerente dar una vueltita vespertina por el paseo marítimo de Egina y tomar unas cervecitas.

Me salí con la mía, sin tener que insistir demasiado y pasamos una tarde estupenda. Compramos medio kilo de anchoas en el mercado, visitamos una pequeña iglesia ortodoxa en el barrio del puerto: Agios Nikolaos, no podía tener otra advocación, y por último nos sentamos en la terraza de una taberna. Allí tomamos nuestra primera cerveza Mythos de medio litro, posteriormente vendrían más hasta convertirse casi en una adicción. Estando allí sentados presenciamos una curiosa escena que seguramente tiene alguna explicación que quizás podamos encontrar más adelante en este viaje o de regreso a casa preguntando al poderoso oráculo de internet. El caso es que de un taxi, bajaron un padre, una madre y un hijo con una maleta y un farolillo encendido. El padre saludó efusivamente al dueño del local y a continuación todos ellos se sentaron en una mesa colocando el farol en el centro de la misma y pidieron sus consumiciones. A ninguno de los numerosos clientes de la taberna pareció sorprenderles el hecho por lo que seguramente se trate de una tradición local, más que de una excentricidad de la familida



Mas adelante,sale algo el barco .......
4ª Entrega....


Amaneció gris y medio lloviendo pero el viento había cesado. Como cada mañana yo me despertaba fresca como una lechuga después de haber dormido como un lirón. El capitán por el contrario pasaba peores noches, siempre pendiente del barco. El caso es que al intentar salir del puerto de forma increible quedamos encallados en unos bajos junto a la escollera. Nos habían advertido que el velero necesitaba al menos tres metros de calado y la sonda marcaba dos. Eran las ocho de la mañana, no había nadie en los alrededores. En parte mal puesto que no nos podían ayudar, en parte un alivio porque resultaba un tanto humillante el haber acabado en una situación tan tonta.

El capìtán se portó como un valiente, saltó por la borda a las rocas con agilidad e intentó separar el barco de la escollera empujándolo hacia el canal de salida, mientras me daba toda clase de instrucciones de manejo del timón y del motor. ¡A estribor, a babor! , ¡mete la marcha atrás!... Inútil. Ahí está mi punto más debil en navegación. Si no soy capaz de distinguir la derecha de la izquiera (ahora se llama a eso tener problemas de lateralidad) en tierra firme, como para entendérmelas con babor y estribor y además en situación crítica.

Después de varios intentos, cambiamos los papeles. Yo fui a proa (popa y proa sí que distingo) con un escobón para haciendo palanca intentar despegar la embarcación de la escollera, mientras que Iñaki se colocó al mando del timón. Por fin, Iñaki se dio cuenta de que el barco estaba en punto muerto, es decir con el pitorro de la palanca metido y simplemente metiendo la marcha atrás salimos sin más complicaciones.

Pusimos rumbo a la isla de Poros, 180º y en seguida empezó a llover. Sabiendo que el estrecho de Poros tenía escaso calado y después de la experiencia, consultamos repetidamente la carta y el Greek Water Pilot, hasta sabernos casi de memoria toda la batimetría de la zona.

No sucedió nada reseñable durante la travesía y al cabo de unas horas, ya con el cielo despejado llegamos a Poros por el norte y vimos una amplia marina con sitio de sobra para amarrar. Desde el pantalán un grupo de amables nórdicos y nórdicas, nos animaban a acercarnos, dando muestras de querer ayudarnos en la maniobra. El sistema parecía francamente sencillo. Bajar el ancla a una determinada distancia del muelle, e ir acercándose al mismo marcha atrás, para finalmente sujetar el barco con dos amarras en popa, una en cada una de las bandas. Los que estaban en tierra además se ofrecían por gestos a coger los cabos que les lanzáramos para facilitar el amarre. Pero no atinábamos con el ancla. Yo, en proa, con el mando del molinete iba siguiendo instrucciones. Primero empezamos a bajar el ancla demasiado cerca del pantalán y así nos lo hicieron saber nuestos ayudantes. Después no sé que pasaba porque ya no miraba hacia atrás y sólo escuchaba ¡up, up!, ¡down down!, ¡stop!, procurando acertar cada vez con el botón correspondiente y cada vez más consciente de que estábamos dando pruebs clarísimas de impericia. Iñaki tenía un cabreo monumental y me imprecaba continuamente. Ciertamente nuestra vida no peligraba, qué más hubiera querido Odiseo que todos sus males se redujeran a ese, pero nuestro honor náutico estaba por los suelos.


!!EN ESTA SI DAMOS LA CAMPANADA CON ESCOBA Y TODO PARA SALIR DE LA ESCOLLERA::::......!!
Me he tomado la libertad de editar el primer mensaje para poner la letra más grande pues como estaba era muy dificil de leer. Espero que no moleste al OP.

Brindis
Según nuestra guía de viajes, en Poros existe un templo dedicado a Poseidón, cerca del cual parece ser que se suicidó Demóstenes para no tener que rendirse a los macedonios.
Las indicaciones sobre la situación del yacimiento no eran demasiado precisas y teniendo en cuenta la trayectoria que llevábamos, ni siquiera me atrevía a recordar al patrón nuestra intención inicial de visitarlo.

Lo que si hicimos fue ir a comer a una clásica taberna de pié de puerto, donde por primera vez probamos la comida del país. Deliciosa. No puede decirse otra cosa de la comida griega: sencilla, sabrosa y sienta de maravilla. Pedimos la típica Greek salade con su pepino, tomate, aceitunas y sobre todo su queso de cabra y su aliño de aromáticas que no supe identificar pero que me supieron a gloria bendita Después tomamos un plato de pescado para dos con sus langostinos, mejillones, pescaditos rebozados y calamares. Sí, calamares, que se dice y pronuncia exactamente igual que en castellano. Todo ello regado con la consabida Mythos de medio litro.

Después de comer, ya en el Celeste, y ahora que lo pienso aún a penas lo he descrito, en seguida lo haré, continué con la Odisea. Ya los dioses se habían apiadado del ingenioso Odiseo y el héroe había llegado al país de los Feacios, donde gracias a Atenea y a Nausicaa, hija del rey Alcínoo le habían recibido con honores y prometido una velera nave con fuertes remeros para volver a su patria.

Así, en Poros, firmemente amarrados en el puerto, sentíame como en una especia de Feacia, que por cierto tengo que averiguar dónde está, si es una tierra ficticia o se localiza en algún sitio físico, puesto que los habitantes de la isla eran ciertamente acogedores.

Y ahora sí, describo el Celeste. 36 pies, amplia bañera con su mesita plegable. Timón de rueda con los instrumentos electrónicos de navegación y el compás delante. La bañera está cubierta por una capota azul que nos protege del sol, la lluvia y el viento. Mayor y Génova enrollables, muy práctico con una tripulación tan escasa como la nuestra, un potente motor de 42 caballos, con un depósito de combustible de 135 Ltrs y dos tanques de aguade 150 Ltr creo recordar.
En proa, fuertemente amarrada una lancha neumática, imprescindible en estos mares, cuyo motor fuera borda se sujeta en uno de los balcones de popa y cuenta con una polea para manipularlo. El interior es impecable. aunque impera bastante la melamina...asientos de skay blanco en el salón. Junto a la mesa de cartas, bien surtida de ellas por cierto, el GPS y la radio, además de un aparato de radio-CD muy útil para escuchar música porque los informativos en griego somos incapaces de entenderlos. Tres amplios camarotes, muy confortables para mí, aunque el metro noventa y dos y los más de cien kilos de peso del patrón son difíciles de acomodar. Excelente equipamiento de ropa de cama y toallas, tal vez hasta excesivo para nosotros. La cocina perfectamente equipada, con horno de gas y una magnífica nevera de gran capacidad. Agua caliente, fregadera con dos pozos y un pequeño baño con ducha y un armarito detrás del espejo que nos ha costado bastante descubrir. En suma un pequeño apartamento al que nos hemos acostumbrado de tal manera que en tres días estamos como en casa.

El barco inglés que estaba amarrado delante nuestro estaba tripulado por tres personas, dos mujeres y un hombre que pasaban de los 60 años. Parece que tenían problemas con el motor y a lo largo de la tarde varios mecánicos fueron acercándose a la embarcación. A penas cruzamos palabra con ellos a parte de los consabidos God morning, hello y esas cosas. De todas maneras siempre me ha sorprendido esta gente ya de cierta edad, casi nunca españoles que andan navegando en velero por el mundo. No sé, se supone que con esos años ya las personas duermen mal, tienen lumbalgias, artrosis, hipertensión, colesterol y todo eso, la verdad es que me parece un tanto inexplicable, se jubilan y ¡venga!, a navegar por ahí. Tal vez es su sueño.

Mientras yo continuaba leyendo la Odisea, otros barcos se acercaron a puerto y todos amarraron
igual que nosotros, ninguno de popa al estilo local. ¡Menos mal!, al menos se fue mitigando mi sensación de estar dando la nota. Entre tanto, Iñaki se puso a enredar con el ancla. Cuando me dijo eso de voy a echar un vistazo a ver si lo arreglo y no tenemos que esperar al técnico de Fylovent, yo ¡oh, desconfiada esposa!, temí que fuera a provocar una avería aún mayor y recordé las palabras de Tony en Atenas: cualquier problema llamáis. Sin embargo lo arregló y llamó al técnico para decirle que no hacía falta que viniera.
Al poco pasó el encargado del puerto y nos cobró 3,5 €, advirtiéndonos de que debíamos marcharnos antes de las 9:30 del día siguiente puesto que había programada una exhibición de barcos para el día siguiente.
Una vez pagado el amarre fuimos a comprar provisiones, dar una vuelta por el pueblo, y todo eso que se hace cuando llegas a un puerto. Al anochecer, las tabernas encendieron sus guirnaldas luminosas y nos sentamos en una de ellas a tomar una Mythos. Nos sacaron una tapa o aperitivo a base de tiras de zanahoria y pepino, aliñadas con una de esas vinagretas tan ricas que preparan en Grecia. Como siempre y esto no es exclusivo de este país pues en el nuestro también se da, se nos acercaron varios vendedores a ofrecernos CDs y DVDs. Observamos que todos parecían de origen hindú por sus rasgos, curioso, porque en España suelen ser negros.
Volviendo al barco, vimos a uno de los vendedores sentado en un banco, mirando al mar, con una expresión de derrota absoluta. No sé si para nuestra vergüenza no hicimos nada, sólo pasamos a su lado. Desde luego, tampoco quedamos impasibles y comentamos el hecho, pero la realidad es que no pudimos, no supimos o no quisimos ayudarle. Yo pensé que él, al igual que nosotros era extranjero en esa isla, sólo que los motivos de su viaje eran completamente distintos y desde luego su situación no tenía nada que ver. Culpabilidad, sí eso es exactamente lo que sentimos.
Sigo con el 6º Relato de Mi sufrida ALMIRANTA.







Hemos dormido dulcemente en Poros y hoy por la mañana, 28 de abril, día de San Prudencio hemos salido rumbo a Hydra. Parece ser que nuestro Santo Patrón nos ha protegido. Hemos largado amarras sin problemas y cruzado el estrecho canal de Poros en un suspiro, siguiendo atentamente las instrucciones del Greek Water Pilot. Una vez en la punta de la isla he calculado con la regla, sobre la carta, el rumbo a Hydra, 215º, me estoy ganando a pulso el cargo de piloto.
Unas veces a vela y otras a motor, cuando el viento bajaba de intensidad y haciendo algún que otro bordo, mediante virajes cuasiperfectos, hemos llegado al puerto de Hydra. La ciudad desde el mar nos ha parecido preciosa pero el puerto es pequeño y no hemos encontrado sitio para amarrar, así que hemos puesto rumbo a nísos Dokos (nisos es isla en griego) y aquí estamos fondeados en órmos Skindos, una pequeña bahía con varias calas, al norte de la isla.
Después de comer un excelente solomillo de cerdo con patatas que compramos en Atenas, hemos escuchado en la radio un poquito de Jazz y la romántica canción “quizás, quizás, quizás…”. A continuación Iñaki ha propuesto acercarnos a la isla en la zodiac y hemos dudado si ponerle o no el motor. Al final nos hemos decidido por ir a remo ya que la distancia es pequeña e instalar el fueraborda se nos ha antojado demasiado trabajoso.
Hemos desembarcado en Dokos hacia las 17:00 , en un embarcadero con pinta de estar semiabandonado o tal vez sólo utilizado en verano. El lugar está sucio y hay un velero cerrado y amarrado en sus proximidades. Tres o cuatro casas cerradas a cal y canto y una pequeña ermita blanca con su espadaña, es lo que hemos encontrado.

Sigue el relato,

A las 11:00 hemos llegado a nisos Spétsei y hemos fondeado en una boya en el puerto sin contratiempos. A mí me preocupa no obstante y como siempre no estar en el lugar adecuado. Iñaki dice que si de pronto aparece el propietario del fondeo, nos vamos sin más. Desde luego es lo que tendríamos que hacer pero la maniobra, si bien no ha sido complicada, ha requerido toda la fuerza de mi divinal esposo para manejar las pesadas maromas sujetas a la boya y repetirlo todo se me hace muy cuesta arriba. Además, tengo la impresión de que hemos dejado encerrada a una lancha de pesca, entre el barco y las dos maromas que nos atan al muelle. Espero que no quiera salir hoy a la mar. Un pescador nos ha dicho, más o menos por gestos que estamos bien aquí, pero no me fío mucho, no sabemos ni palabra de griego. Lo que se ve desde el puerto de la ciudad es precioso, casas blancas con sus jardincitos con palmeras y una iglesia también blanquísima con su cúpula azul celeste. Y ahora pienso como Odiseo ¿cómo serán los hombres que comen el pan en estas tierras, hospitalarios y temerosos de los dioses, o por el contrario nos echarán del puerto con cajas destempladas





Buen día a tod@s.....
Sigo con la entrega..."SIN PERDÖN:....


Son las 20:00,estamos en Espetses y aún no nos han echado del Amarre. Esta tarde hemos estado paseando por la isla.
Como decía esta tarde hemos desembarcado en nisos Spétsei y hoy sí hemos colocado el motor a la lancha neumática para acercarnos al embarcadero. La isla que prometía,vista desde el mar, es aún más hermosa por dentro. No hay coches circulando en su interior, sólo motocicletas y motocarros. Las casas, en general de dos alturas, tienen mayor prestancia que en las otras islas que hemos visitado y la mayor parte de ellas cuentan con preciosos jardines poblados de naranjos, limoneros, olivos magnolios, palmeras y arbustos floridos.
Hemos visitado la casa museo de Laskarina Boubulina, una heroína en la guerra de la independencia contra los turcos. Una guía muy competente nos ha hecho la visita en inglés. Medio me he enterado con apoyo de un folleto en castellano. Siempre que visito casas del s.XIX encuentro objetos que me recuerdan mucho a la casa de mis abuelos en Vitoria. Un reloj de época, miniaturas, lámparas, apliques, cuadros, libros, muebles y un olor especial.
Tras una apacible noche fondeados en el puerto de Spétsei, hemos iniciado la navegación de regreso a Atenas. Hemos salido a las 7:50, con idea de cubrir una etapa hasta Agistris(50 Nm) o Epidaurus(83nm), hacer noche allí y salir a la mañana siguiente hacia Alimós(Atenas). El viento flojo del NO no nos ha permitido navegar a vela hasta bien entrada la mañana, cuando se han levantado las térmicas. A cambio el tiempo es nuevamente estupendo, cielo azul, mar azul, sol, calor. A cierta distancia de la costa, la vista de la ciudad de Spetsei es francamente bonita, una de esas imágenes de las que se quedan en la mente para siempre. Voy contenta mientras escribo el diario, me siento cómoda navegando, parte de la precaución, cuando no auténtico miedo ante esta aventura ha desaparecido. Además, al contrario de lo que creo que le sucede al capitán, la perspectiva de volver a casa con la prueba superada, la cabeza llena de imágenes y sensaciones inolvidables me atrae sobremanera. Vamos, que no me importa volver, que me da la impresión de que el tiempo se ha cumplido y es hora de regresar a la otra vida, a la de siempre. Eso, no me pone triste, a Iñaki en parte sí, así somos las mujeres y así son los hombres, o, al menos así soy yo y así es el patrón.
Ayer por la noche, dejé al divinal Odiseo de multiforme ingenio en el Hades, consultando al adivino Tersites, por consejo de Circe, la de hermosas trenzas, los avatares del regreso a su patria. ¿Podríamos nosotros encontrar por aquí algún adivino que nos hiciera un vaticinio sobre nuestra vuelta a casa? Según avanzo en la lectura de la Odisea, voy como sumergiéndome en un mundo antiguo y mítico que va haciéndose realidad, encuentro toda clase de paralelismos geográfico, paisajísticos y de situaciones y he empezado a llamar a Iñaki “mi ilustre esposo, en todo semejante a un dios”y cosas parecidas. No sé si es de preocupar pero lo cierto es que estoy disfrutando como un camello.





Huer que mono...huer...huer....
Navegando ora a vela ora a motor durante unas ocho horas he avanzado bastante en la lectura de la Odisea. Iñaki se ocupa prácticamente de todas las maniobras, la verdad es que el manejo del Celeste es muy sencillo y más en una navegación con buen tiempo.
Supe pues de las desventuras de Ulises con las sirenas y de su horrendo paso entre Escila y Carabdis, episodio que me recordó muchas situaciones laborales que he pasado últimamente. Interrumpí la lectura en la rapsodia XIII cuando Odiseo tras perder a todos sus imprudentes compañeros que habían desafiado la ira de Zeus e ignorado los consejos de Circe, comiéndose a las vacas del Sol, recala por fin en Ítaca, en la morada del fiel porquero Eumeo.
Lo que vi al levantar los ojos del libro fue realmente impresionante . Estábamos atravesando el estrecho de Petríssi, entre Dokos e Hydra. De pronto me sentí como entre Escila y Carabdis, pero sin miedo, la carta decía que el calado era profundo y no había escollos en la zona.
En los impresionantes cantiles que se observaban a ambos lados del estrecho a penas se veía alguna gaviota, me sorprendió un poco porque parecía un lugar muy apropiado para que se instalasen colonias de aves marinas. Así el silencio y la tranquilidad lo dominaban todo. El mar estaba de un azul intenso, con reflejos plateados que me hicieron pensar en el peplos con el que Helena se presentó a Telémaco, azul bordado con hilos de plata.
Al salir del estrecho, que cruzamos a vela, cambió la dirección del viento que nos venía de popa y el capitán puso las velas en “orejas de burro” y despacito nos fuimos aproximando a Pérdika, siempre pendientes de la carta, del contorno de las islas y de los posibles escollos.


Un abrasso a ellas y un apretón de manos a ellos....
Si aburro...paro









Navegando ora a vela ora a motor durante unas ocho horas he avanzado bastante en la lectura de la Odisea. Iñaki se ocupa prácticamente de todas las maniobras, la verdad es que el manejo del Celeste es muy sencillo y más en una navegación con buen tiempo.
Supe pues de las desventuras de Ulises con las sirenas y de su horrendo paso entre Escila y Carabdis, episodio que me recordó muchas situaciones laborales que he pasado últimamente. Interrumpí la lectura en la rapsodia XIII cuando Odiseo tras perder a todos sus imprudentes compañeros que habían desafiado la ira de Zeus e ignorado los consejos de Circe, comiéndose a las vacas del Sol, recala por fin en Ítaca, en la morada del fiel porquero Eumeo.
Lo que vi al levantar los ojos del libro fue realmente impresionante . Estábamos atravesando el estrecho de Petríssi, entre Dokos e Hydra. De pronto me sentí como entre Escila y Carabdis, pero sin miedo, la carta decía que el calado era profundo y no había escollos en la zona.
En los impresionantes cantiles que se observaban a ambos lados del estrecho a penas se veía alguna gaviota, me sorprendió un poco porque parecía un lugar muy apropiado para que se instalasen colonias de aves marinas. Así el silencio y la tranquilidad lo dominaban todo. El mar estaba de un azul intenso, con reflejos plateados que me hicieron pensar en el peplos con el que Helena se presentó a Telémaco, azul bordado con hilos de plata.
Al salir del estrecho, que cruzamos a vela, cambió la dirección del viento que nos venía de popa y el capitán puso las velas en “orejas de burro” y despacito nos fuimos aproximando a Pérdika, siempre pendientes de la carta, del contorno de las islas y de los posibles escollos.
Siento interrumpir el relato de esta tan placentera travesía, una de las más felices que tuvimos en el ponto pero no tengo más remedio que narrar el penos amarraje que perpetramos en Peérdika.
Las primeras impresiones al acercarnos al puerto no fueron malas, en uno de los muelles vimos el hueco perfecto y nos dispusimos a amarrar a la griega, de popa y con el ancla echada. Nos sentíamos seguros y experimentados, además yo pensaba, es nuestro último amarraje, por muy mal que salga, es el último porque mañana en Alimós, los chicos Fylovent nos ayudarán.
Un barco griego, que venía todo el tiempo detrás de nosotros pero que nos adelantó nada más entrar en el puerto, hizo la maniobra con elegancia y sencillez. En el muelle un inglés entrado en años se disponía amablemente a ayudarnos. Me recordó un poco la escena de Poros con los nórdicos y nórdicas pero pensé que con la experiencia acumulada sería más fácil. Craso error. Comenzamos a bajar el ancla a la distancia adecuada, yo en proa con el mando del molinete e Iñaki pilotando marcha atrás siguiendo las instrucciones del inglés. Sin embargo el patrón no acertaba. Pienso que dos personas somos poca tripulación para este tipo de maniobras, puesto que el capitán tiene que estar pendiente del timón y de no chocarse con el muelle que en realidad es una dudosa escollera y largar los cabos al inglés que estaba en tierra intentando ayudar. Cuando pensé que había cumplido con el ancla me fui a popa a ayudar al capitán y tras varios intentos conseguí lanzar con éxito las amarras a los que nos ayudaban desde el muelle. Entonce el británico nos aconsejó tensar el ancla para que el barco quedara bien sujeto. Up, up decía pero el ancla no respondía. Como suele ser habitual todos pensaron que yo no me aclaraba, Iñaki me gritaba que le diera al interruptor del molinete, pensando que no sabía hacerlo, pero yo ya lo había hecho sin éxito. El barco, con el viento se movía peligrosamente hacia las rocas con constante riesgo de colisión. El ingles también estaba convencido de que yo, beautiful lady, no sabía como funcionaba el invento. Tomando actitud de caballero británico, flemáticamente pidió permiso para subir a bordo, lo cual no dejó de parecerme curioso teniendo en cuenta la situación en la que estábamos y que estaba claro que reclamábamos su ayuda. De todos modos, con igual flema le contesté please, mientras abría los guardamancebos de popa para facilitar su subida. Una vez a bordo, se dirigió a proa y estuvo manipulando el mando sin ningún resultado, en un momento lo miró con cierto desprecio y me preguntó si era de fabricación suiza. No, made in Italy, contesté ignorando la importancia que tenía esto. Abrió el pozo del ancla, probó con la manivela pero al final desistió y llegó a la conclusión de que efectivamente el invento estaba averiado. Y este insigne caballero, augusto amarrador de barcos se fue a ayudar a unos compatriotas suyos que se encontraban el parecido trance al nuestro y con los que tuvo mayor fortuna, puesto que a ellos sí les funcionaba el ancla.
Entre tanto Iñaki, jugando con las dos amarras de popa y con riesgo constante bien de irse al agua bien de herniarse, consiguió medio estabilizar al Celeste. Los griegos, amarrados a nuesto lado nos miraban con cara de pena por nuestras tribulaciones que aún no habían acabado y mediante gestos nos mostraban su comprensión, pero así como quitándole importancia a la cosa.



Somos los reyes del AMARRE de popa,maldito molinete......




Bueno yo sin ánimo de ser soba....prosigo...





Como el ancla estaba floja, la embarcación se iba constantemente contra el muelle, llegando incluso a golpear el timón. Entonces mi divinal esposo, Iñaki del linaje de Zeus, intentó subir el ancla a pulso con mi torpe ayuda. No había manera, ni siquiera la fuerza hercúlea de mi marido, era capaz de lograr tensar la pesada cadena totalmente. Para poder desembarcar extendimos un tablón a modo de pasarela, pero como el barco no estaba bien sujeto crujía sin cesar, golpeando ora al muelle, ora al sufrido Celeste. Iñaki llamó a Fylovent para que vinieran a arreglar el artefacto y ellos tomaron nota y prometieron volver a llamar. Entonces se oyó un fuerte crujido. La pasarela estaba colgando y golpeaba el casco(cayo con la hola provocada por un tractor). En un decidido intento por sujetarla Iñaki se cayó al agua. Yo estaba dentro de la cabina y escuché ese ¡choff! inconfundible que indica hombre al agua. Salí disparada, al igual que nuestros vecinos los griegos. Teniendo en cuenta la cantidad de rocas que había, casi fue un milagro que saliera sin ningún rasguño.
El que no sobrevivió fue el teléfono móvil que llevaba en el bolsillo del pantalón. Estupendo, era nuestro único contacto con Fylovent. En ese momento pensé que no habíamos comido vaca alguna para atraernos la furia de un dios.
Iñaki se duchó y yo aclaré la ropa mojada con agua dulce y la puse a secar en la banda de estribor, donde estaba dando el sol. Después sacamos la tarjeta del móvil y la colocamos en el mío. Suerte porque el teléfono aceptó la tarjeta pero la solución no era del todo buena porque mi móvil tiene la batería muy floja y se gasta en seguida, en realidad lo había traído para una emergencia y evidentemente ésta se había producido.
Hicimos algún intento más de subir el ancla a pulso pero fue en vano, así que lo que hicimos finalmente fue alejar lo más posible el barco del muelle aflojando las amarras y utilizar la lancha neumática sujeta en popa tanto como pasarela como en cierta forma como defensa.
Nuestros vecinos griegos, para consolarnos de tantas penalidades nos regalaron unas naranjas de Epidauros que agradecimos con profusión.
Poco después llamaron de Fylovent diciendo que vendría un técnico a las 9:00 del día siguiente y como no podíamos hacer ya nada más, decidimos ir a cenar al puerto.
Eran entorno a las 19:30 y de los barcos cercanos iban saliendo ingleses e inglesas, germanos y germanas con traje de gala para ir a cenar. Bueno, gala quizás sea exagerar pero después de haberlos visto por los muelles bastante desastrados, los vestiditos de tirantes de las señoras y las americanas de los hombres daban idea de que iban vestidos para la cena.
Para no desentonar, nosotros también nos maqueamos y yo me puese un vestido blanco de verano y unas sandalias que me había traído para la ocasión, pues ya me conozco la historia. Cansada, un tanto herida en el orgullo, pero con el peplos bien puesto le dije a Iñaki que se rio mucho.
En tierra firme al fin tuvimos oportunidad de contemplar, casi por primera vez Pérdika, un pueblecito pesquero con sus tabernas en torno al puerto. Coqueto y muy tipo griego. Compramos pan y cervezas en un pequeño supermercado y nos fuimos a cenar. En este sentido los puertos de las islas son muy cómodos. Si bien los amarres han sido nuestra pesadilla, una vez logrados, el aprovisionamiento y la cena están garantizados. Los supermercados de la cadena Protón, suelen estar muy cercanos y accesibles, bien atendidos y bien surtidos de artículos. Las tabernas son muy agradables y la comida excelente, quizás choca un poco que al pasar delante de las terrazas, los camareros o dueños te aborden ofreciéndote el menú e intentando averiguar tu nacionalidad. Esto sé que pasa en muchos sitios turístico y la verdad es que lo hacían con mucha educación y sin importunar.





Feliz día tod@s....
Querido y abnegado público.....a los del fondo no les oigo apaludir.... aqui va otra serie..(seguimos en Perdika, Egina).
Cenamos en una terraza con vistas a nuestro Celeste, ensalda griega, calamares y gambas con una extraña salsa de tomate y queso que se llamaba algo así como Sardonakis.
Estábamos agotados y la comida no nos supo tan bien como en Poros, el vino blanco, sin ser malo era flojete y tal vez hubiera sido mejor un par de buenas Mythos. Mientras cenábamos, vimos como un yate enorme, como de Onassis o así, llamado OPARI http://greek-islands-yachts.com/opari.html, amarraba en la esquina del muelle, justo al lado de nuestro barco. Los marineros se ocuparon de la maniobra de amarre. Eran un montón, con sus chaquetas de uniforme, gafas de sol y pinganillos en la oreja.
A nuestro lado cenaban dos familias griega con tres niños de entre seis y diez años. Los chiquillos parecían encantados de cenar fuera de casa y todo el tiempo pedían esto y aquello de la carta. Sin embargo, como suele ser habitual, después no hicieron demasiado caso a la comida, picaron cuatro cosas y se dedicaron a perseguir a los gatos del puerto. Nuevamente la escena me resultaba familiar, me acordé de nuestros hijos y de esas cenas de verano fuera de casa, con alguna otra familia amiga y la excitación que suponía para ellos explorar en la noche cálida.
Pedimos en la taberna que nos dejaran cargar el teléfono móvil y cuando estuvo todo hecho nos retiramos al Celeste. Al poco rato llegaron los vecinos griegos un tanto achispados, por un momento pensamos que se caerían al agua al atravesar la pasarela de acceso a su barco, pero no.(mi marioo....se cae sin doparse..)
El yate deL Onassis  junto a nosotros era aún más impresionante visto de cerca, tres pisos y con todas las luces encendidas, los amplios salones se intuían desde fuera y todo respiraba lujo y glamur., En cubierta, un par de marineros de los de pinganillo, miraban con atención a nuestro Celeste, yo creo que valorando las posibilidades de colisión si se levantaba viento. Finalmente sacaron una defensa gigante, pero muy proporcionada al tamaño del barco y la colocaron en la aleta de babor. Esto me tranquilizó un poco pero durante toda la noche tuve una cierta inquietud, pensando que podíamos acabar chocando con ellos. Sin embargo algún dios infundió el sueño reparador en mis párpados y pude dormir relativamente bien.




A ver si actualiza el diario.....que no queda maderaa.…
Viernes 1 de mayo, día internacional de los trabajadores.



Por la mañana Iñaki se puso a manipular el ancla y ¡oh, sorpresa!, lo mismo que ocurrió en Poros, el ancla funcionaba. El capitán pensó en llamar a Fylovent para que no vinieran los técnicos pero yo le hice desistir, podíamos tener cualquier otro problema y ellos habían prometido venir a las 9:00, con lo cual seguramente estarían ya en camino.
Tal y como habían prometido, hacia esa hora llegaron y sólo pudieron constatar que efectivamente el ancla funcionaba. Nos preguntaron si habíamos tenido algún otro problema y yo les dije “only anchor”. Uno de nuestros vecinos, les explicaron el problema que habíamos tenido ayer. Se lo agradecimos, porque podía parecer que les habíamos llamado por nada o para justificar algún daño en el barco.
Antes de zarpar, Iñaki, muy solidariamente ayudó a una pareja Suiza que tenía problemas con el enrollador del Génova de su Deheller, un barco ya bastante viejo. Izó en la guindola al hombre hasta lo alto del mástil, yo sé bien cómo se hace esta maniobra porque me he subido muchas veces al palo de nuesto “Guadalupe” a resolver asuntos varios. El suizo debía pesar un quintal, según me dijo después mi esposo, pero con la ayuda de los chicos Fylovent, todo se solucionó en un abrir y cerrar de ojos.
Listos para salir del puerto. Recogí la colada que estaba tendida en los guardamancebos de estribor y nos dispusimos a zarpar bajo la atenta mirada de los Fylovent. Sólo hubo un leve contratiempo, al subir el ancla, ésta enganchó una cadena que estaba en el fondo y tuvimos que bajarla un poco, hasta que se soltó y volver a subirla.
Rumbo a Atenas, llamamos a Katherina para advertirle de nuestra llegada hacia las 14:30. A penas sacamos la vela, no había prácticamente viento. Tomé rumbo a Alimós desde la punta NE de Egina. 32º, el GPS corroboró mi medición.
Poco más que reseñar de esta jornada de navegación, salvo que como nos había indicado el barómetro, empezó a llover. No obstante fue una pequeña nube y en seguida empezó a lucir el sol.
Pronto pudimos ver la costa ateniense, completamente urbanizada. Las casas blancas parecían tan numerosas como la arena de una playa. Cinco millones de habitantes, una gran urbe. Cuando nos íbamos acercando, intentamos adivinar la posición de la marina Alimós en la costa y hacíamos esfuerzos por recordar nuestra partida y los distintos elementos de la ciudad que distinguimos entonces. Veíamos la acrópolis, un estadio deportivo, un montículo,…pero la verdad es que a esa distancia era difícil calcular a ojo, la posición exacta.
Hicimos varias comprobaciones con la carta y el GPS y afortunadamente la medición estaba bien hecha, y aunque con media hora de retraso sobre lo que habíamos previsto, avistamos la marina de Alimós. Como siempre que nos aproximábamos a un puerto, me entró la inquietud previa al amarre, sin embargo duró poco porque en seguida vimos en uno de los muelles un hombre que nos indicaba el lugar donde teníamos que amarrar. Allí, dos operarios nos facilitaron la maniobra y nos recibieron con un cordial ¡welcome to Athens!


FIN
Magnífico relato, y muy bien contado. Da envidia sana

Muchas gracias por compartirlo.
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