Y Llegamos a Ribadeo, tenemos 2 citas.
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Ivonne teje mientras hacemos ruta, intentamos no llegar con las manos vacías. Aquí debemos encontrar a Kaia, quedamos para almorzar. El Bahía se quedaba en Moaña.
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Un nuevo y cálido encuentro, con Ángel y Guillermo. Caldo gallego, pulpo y empanada de sardinas, un par de gratificantes horas para compartir charla, risas y recuerdos.
Llegamos hasta Ribadeo para saludar a nuestros amigos Jamie y Dénia. Encantadora pareja que conocimos en Menorca hace tres años, jóvenes, el menorquín y ella griega. Estaban arreglando un ketch de acero, un velero de fabricación alemana del año 54, un clásico quilla corrida con cubierta de madera y popa noruega. Trabajaron ambos más de 6 meses, en invierno. Jamie, joven listo y aplicado, un verdadero manitas, con muchos recursos y una capacidad de aprendizaje sorprendente. Dos mentes brillantes, con un proyecto firme y una capacidad de trabajo ejemplar.
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Cenamos en el Ariadne.
Pronto por la mañana visitamos la playa de las Catedrales aprovechando la marea baja.
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Jamie y Dénia habían llegado desde Menorca con su barco, el verano del 19, en una buena y rápida travesía con largas singladuras. Sería su nuevo puerto base. Acababan de comprar una vieja casa de piedra, con su orreo, a unos 40 kilómetros de Ribadeo, en el monte, en una aldea remota, con pocos y ya mayores habitantes. Fuimos a visitar el proyecto. Menudo trabajo la reconstrucción del lugar, los tejados con losas, las bigas de castaño. Tienen un especial cariño en reconstruir siguiendo los procesos originales. Un interesante viaje bajo la lluvia, por estrechas carreteras sinuosas, donde pudimos ser testigos del desastre del eucalipto, invasor implacable, en manos de la poderosa industria maderera. Que horror, que falta de escrúpulos, la codicia devorando los bosques.
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El lugar, espectacular. Viven en una pequeña caravana mientras realizan los trabajos de reconstrucción. Se lo combinan con el trabajo y noches en el velero. En el puerto de Ribadeo entra bastante resaca y en según qué condiciones prefieren estar a bordo, más de un barco a roto amarras. Nos sentimos muy gratificados por su acogida y compañia. Bastante gente joven, de diversos paises, están buscando asentarse en el lugar, crean comunidad y se ayudan unos a otros. Han creado un interesante banco de horas e intercambian ayuda para las tareas más complicadas. Estas personas, jóvenes treintañeros, culturetas digitales, cosmopolitas y con amplios recursos intelectuales, son capaces de desarrollar iniciativas compartidas, que rompen los esquemas del siglo XX y los proyectan hacia un futuro esperanzador. Sensibles con las culturas autóctonas, respetuosos con el medio, bien formados y con capacidad de hacer proyectos comunes con respeto y visión de futuro. Llegado este momento es cuando me pesa tener 65 años y sólo poder ser testigo, fan y animador.
Me conmueve profundamente, aprendo de ellos y me alegra el corazón.
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Una vez consolidada la casa, su intención es retomar la navegación. Lo dicho, ideas claras y proyectos brillantes. Los mejores deseos para nuestros amigos.
Seguimos nuestro camino, pasamos por Lugo, rodeamos la ciudad paseando por la muralla romana y arrumbamos al Ferrol.
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