Ya llevo varios años apalancado, con un curro confortable en Baleares, navegando a vela poco o nada, lo que se traduce en un mono considerable que a penas logro mitigar con el traslado de cuando en cuando de algún velero, sin mayores sobresaltos, entre la península y las islas. Nada subrayable. Nada digno de mención en este interesante foro.
Nuestro último barco lo vendimos en Shelter Bay Marina (Panamá) por un euro simbólico a los hijos de un amigo nuestro que tenían la intención de viajar a Tahiti (polinesia francesa). Nosotros ya no podíamos seguir enfrentando los gastos que suponía reparar a repetición el motor Renault Diesel de 75 caballos, marinizado por Vetus en los años ochenta del siglo pasado, que propulsaba las quince toneladas de peso del Tchao Tchao; las velas que se iban deshaciendo con solo mirarlas; el óxido que ganaba poco a poco cada centímetro cuadrado de los 38 pies de eslora de acero del pantoque vivo del casco… Mis titulaciones profesionales caducaban una tras otra. Las deudas amenazaban con sumergirnos en un naufragio peor que la peor pesadilla náutica. La situación era de todo punto insostenible. Quien sienta curiosidad por ver qué hacía Tchao Tchao en aquella época puede curiosear navegando este enlace: http://sailingattitude.canalblog.com
El caso es que el frío invierno 2011/2012 tomamos la difícil decisión de volver a Europa y mi compañera se fue al sur de Francia a cuidar de su madre recién enviudada y yo me encerré de prestado en el altillo de una comunidad de artistas en Alemania para darle forma al relato de aquellos años pasados transportando mochileros entre Panamá y Colombia a bordo de nuestro barco. Una vez terminado ese trabajo, cuyo resultado puede verse en amazon.es buscando en la sección “libros” bajo el título Les hirondelles: La course aux globetrotteurs dans la Caraïbe, volví a Baleares en donde conseguí hacer algunas semanas de charter de subsistencia. El invierno 2012/2013 tampoco fue fácil, viviendo de prestado en los barcos de charter mientras intentaba en vano traducir al castellano “Les hirondelles” y actualizaba con éxito mis titulaciones profesionales. Desde entonces, sí, es desde entonces que llevo apalancado en un curro confortable junto a mi compañera de siempre…
Yo no he sabido de su historia,
un día nací allí, sencillamente.
El viejo puerto vigiló mi infancia
con rostro de fría indiferencia.
Porque no nací pobre y siempre tuve
un miedo inconcebible a la pobreza.
Pero el mono de la vela… Deudas pagadas y algunos ahorrillos en el bolsillo, en febrero hizo un año, contra la voluntad de mi media naranja –que tampoco se opuso tanto y hasta me acompañó a visitar el barquito que yo negociaba desde hacía ya unas semanas por Internet–, nos fuimos a Paimpol, en la Bretaña francesa, a ver ese Van de Stadt de treinta y tres pies de eslora que ahora tengo en varadero cerca de casa… Lo negocié a saco, sin piedad, hasta que surgieron los reparos maternales de mi compañera que me impidió seguir bajándole el precio a aquel desastroso pecio, bien digo, pecio, pues tal era el estado de abandono en el que se encontraba el Seacracker 33 cuando fuimos a verlo por primera vez en febrero del año pasado… Momento en que lo compramos, todo hay que decirlo… Y tras haberlo comprado, después de haberlo sacado del agua para comprobar el estado de la obra viva y antes de volver a botarlo, negocié allí mismo con el varadero a mano alzada una serie de trabajos básicos de limpieza y puesta a punto y nos volvimos a Baleares con la inquietud de no estar seguros de haber hecho lo correcto. Pero el trabajo nos esperaba y ya solo nos quedaba la esperanza de tener esas tres semanas de vacaciones en julio para poder traer al Kif Kif a Baleares y ya ocuparnos en serio de él.
Ahora os dejaré respirar un poco mientras me quedo a la escucha de los posibles ecos que puedan tener estas líneas en este foro. Si veo que hay interés os contaré el resto de esta breve historia. Si no lo hay, simplemente os pediré que disculpéis mi atrevimiento y no os volveré a molestar más. ¡Salud y buena proa!
Nuestro último barco lo vendimos en Shelter Bay Marina (Panamá) por un euro simbólico a los hijos de un amigo nuestro que tenían la intención de viajar a Tahiti (polinesia francesa). Nosotros ya no podíamos seguir enfrentando los gastos que suponía reparar a repetición el motor Renault Diesel de 75 caballos, marinizado por Vetus en los años ochenta del siglo pasado, que propulsaba las quince toneladas de peso del Tchao Tchao; las velas que se iban deshaciendo con solo mirarlas; el óxido que ganaba poco a poco cada centímetro cuadrado de los 38 pies de eslora de acero del pantoque vivo del casco… Mis titulaciones profesionales caducaban una tras otra. Las deudas amenazaban con sumergirnos en un naufragio peor que la peor pesadilla náutica. La situación era de todo punto insostenible. Quien sienta curiosidad por ver qué hacía Tchao Tchao en aquella época puede curiosear navegando este enlace: http://sailingattitude.canalblog.com
El caso es que el frío invierno 2011/2012 tomamos la difícil decisión de volver a Europa y mi compañera se fue al sur de Francia a cuidar de su madre recién enviudada y yo me encerré de prestado en el altillo de una comunidad de artistas en Alemania para darle forma al relato de aquellos años pasados transportando mochileros entre Panamá y Colombia a bordo de nuestro barco. Una vez terminado ese trabajo, cuyo resultado puede verse en amazon.es buscando en la sección “libros” bajo el título Les hirondelles: La course aux globetrotteurs dans la Caraïbe, volví a Baleares en donde conseguí hacer algunas semanas de charter de subsistencia. El invierno 2012/2013 tampoco fue fácil, viviendo de prestado en los barcos de charter mientras intentaba en vano traducir al castellano “Les hirondelles” y actualizaba con éxito mis titulaciones profesionales. Desde entonces, sí, es desde entonces que llevo apalancado en un curro confortable junto a mi compañera de siempre…
Yo no he sabido de su historia,
un día nací allí, sencillamente.
El viejo puerto vigiló mi infancia
con rostro de fría indiferencia.
Porque no nací pobre y siempre tuve
un miedo inconcebible a la pobreza.
Pero el mono de la vela… Deudas pagadas y algunos ahorrillos en el bolsillo, en febrero hizo un año, contra la voluntad de mi media naranja –que tampoco se opuso tanto y hasta me acompañó a visitar el barquito que yo negociaba desde hacía ya unas semanas por Internet–, nos fuimos a Paimpol, en la Bretaña francesa, a ver ese Van de Stadt de treinta y tres pies de eslora que ahora tengo en varadero cerca de casa… Lo negocié a saco, sin piedad, hasta que surgieron los reparos maternales de mi compañera que me impidió seguir bajándole el precio a aquel desastroso pecio, bien digo, pecio, pues tal era el estado de abandono en el que se encontraba el Seacracker 33 cuando fuimos a verlo por primera vez en febrero del año pasado… Momento en que lo compramos, todo hay que decirlo… Y tras haberlo comprado, después de haberlo sacado del agua para comprobar el estado de la obra viva y antes de volver a botarlo, negocié allí mismo con el varadero a mano alzada una serie de trabajos básicos de limpieza y puesta a punto y nos volvimos a Baleares con la inquietud de no estar seguros de haber hecho lo correcto. Pero el trabajo nos esperaba y ya solo nos quedaba la esperanza de tener esas tres semanas de vacaciones en julio para poder traer al Kif Kif a Baleares y ya ocuparnos en serio de él.
Ahora os dejaré respirar un poco mientras me quedo a la escucha de los posibles ecos que puedan tener estas líneas en este foro. Si veo que hay interés os contaré el resto de esta breve historia. Si no lo hay, simplemente os pediré que disculpéis mi atrevimiento y no os volveré a molestar más. ¡Salud y buena proa!