No vale la pena hacer juicios de valor sobre la historia. Al fin y al cabo ¿Quién ha sido malo o ha sido bueno en este cuento? Los romanos, con su vasto imperio, cuando conquistaban no era hermanas de la caridad precisamente, ni Alejandro, ni los persas. Centrémonos únicamente en los barcos; ellos no asesinan.
Las naves vikingas tenían gran magnitud (nave longa), con una relación de eslora a manga de seis a uno, un barco largo si se le compara con el Mediterráneo. Los vikingos habían desarrollado el arte de la navegación a vela y estaban construyendo las que iban a ser las mejores naves de altura que nunca habían surcado los mares.
En el siglo VI, se atrevieron a salir de la costa y arriesgarse a la navegación oceánica, seguramente la intrincada orografía de las costas, especialmente las noruegas, hacía muy difícil la comunicación por tierra, por lo que se vieron impulsados a navegar.
Los vikingos llegaron a Islandia hacia el 860 d.C. y allí establecieron una importante colonia. Los viajes a Islandia se realizaban en los robustos y capaces knorr, barcos diseñados para la navegación oceánica, que podían realizar la travesía desde Noruega en cinco o seis días como máximo, recalando en las islas Feroe, distantes de Islandia 230 millas; por lo tanto, era una excelente plataforma para atreverse a explorar el vasto mar que se extendía hacia el misterioso oeste y hacia el temible norte.
En el año 982, se produjo el primer gran salto marítimo hacia lo desconocido. Aquí comienza a fraguarse la leyenda de Erik el Rojo, personaje que, huyendo de la justicia, navegó hacia occidente, siguiendo las indicaciones de un amigo que arrastrado por un temporal había avistado Groenlandia. Con la ayuda de algunos parientes y amigos armó su knorr y se adentró en las aguas del océano.
En los mares de las altas latitudes septentrionales, desde finales del verano hasta bien entrada la primavera siguiente, se dan unas condiciones muy poco favorables para la navegación a vela. Las borrascas atlánticas desencadenan violentos temporales del oeste y del sudoeste, con irrupciones de aire gélido de origen polar. También se generan densas nieblas y la navegación se vuelve casi imposible debido a la presencia de hielos flotantes y fuertes corrientes capaces de arrastrar a cualquier embarcación contra las costas. Por ello, no planeaban expediciones durante esta época, y se dedicaban a la pesca bajo el hielo. Las largas noches invernales australes les permitiría, probablemente la observación y estudio de las estrellas en relación a la navegación. Muchas veces no sabían cuándo iban a encontrar tierra y durante los largos viajes en los que se aventuraban más hacia el oeste, llevaban a bordo cuervos; cuando las provisiones menguaban hasta la mitad, los soltaban; si al cabo de un par de días los pájaros no volvían, ponían rumbo hacia el punto del horizonte por donde habían desaparecido.
Controlaban la latitud mediante la altura de la estrella polar (siempre ella, la que nunca se baña en el mar, como la llamaba Homero, la finiké de los fenicios) o del Sol sobre el horizonte. Con cielo cubierto podían determinar la dirección del Sol mediante el solarsteinn, una pieza de doble refracción, probablemente de feldespato (un tipo de turmalina), que, por la polarización de la luz, permitía hallar el acimut del sol.
Los drakkars medían casi 25 m de eslora y el palo mayor alcanzaba los 12 m de altura y los remos llegaban a medir 6 mts. Pero volvemos a encontrar la utilización de la vela cuadra, cuando en el Mediterráneo ya se iba avanzando en el arte de ceñir. Eso implicaría bastante conocimiento de las condiciones climatológicas y oceanográficas del Océano Artico por parte de los vikingos; por métodos de prueba error, no hubiera quedado ninguno.
Justamente, buscando una posible ruta para cruzar desde algún punto de la península escandinava y algún punto de Groenlandia ¿Qué nos dan las pilots charts? Pues esto:
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Curioso ¿No?, la misma ruta que hacían los vikingos.