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El atípico verano de Grecia

Y el nómada, nómada marino, esos hay bastantes, com tu Kaia o nosotros. Es una pena que el concepto de nomadismo no interese a la sociedad actual, durante miles de años los humanos hemos sido nómadas, son dificiles de controlar.

A pesar de los nuevos nomadas laborales, tanto los titulados, como los migrantes, la aspiración final de casi todos es sedentar.

El capità no és el capità, el capità es la mar. (Jesús Lizano)
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Agradecido por: Polizón, Kaia, Panafunk

(15-09-2025, 04:50 AM)en_transit escribió:  Y el nómada, nómada marino, esos hay bastantes, com tu Kaia o nosotros. Es una pena que el concepto de nomadismo no interese a la sociedad actual, durante miles de años los humanos hemos sido nómadas, son dificiles de controlar.

A pesar de los nuevos nomadas laborales, tanto los titulados, como los migrantes, la aspiración final de casi todos es sedentar.

Pues sí, pero añadiría un par de estados más al concepto: "marino, navegante, viajero, nómada y regatista"
Aunque entiendo que entre esos cinco términos hay conexiones puntuales entre ellas. Está muy clara la diferenciación que hace Ana entre el marino y el navegante así que las otras tres disposiciones las repartiría entre los dos conceptos principales.
Bier

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El mejor puerto donde recalar es la amistad de un buen amigo
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Agradecido por: en_transit

Para empezar a escribir un libro hay múltiples razones. Algunos autores parten de una idea, de un personaje, de una trama o de un mensaje; otros, de su desenlace. Hay quienes se inspiran en un paisaje, en una música, en un olor o en un recuerdo. Incluso podríamos hablar de aquellos a los que les gusta empezar la casa por la ventana, como a mí.

Una tarde, mientras visitaba la escuela de fotografía Modotti, observé a mi amiga, la fotógrafa Mayte Piera, trabajando con sus alumnos sobre una instantánea que me llamó la atención: una mujer diminuta en una playa donde se estrellaban las rompientes. El sol, que se ponía en algún punto del horizonte al otro lado del papel, alargaba su sombra como un trazo de lápiz, mientras ella quedaba envuelta en las espumas del mar, como una Afrodita extemporánea. La tierra, roja y cálida; el mar, frío, blanco y amenazador. La imagen provocaba sensación de salitre y humedad, y transmitía una cierta sinestesia: el estudio olía a yodo, se oía el crujir de la efervescencia deshaciéndose en la arena y el rugido de las olas rompiendo mar adentro. Es un retrato de una mujer mirando al mar, pensé, un mascarón viviente enfrentado al océano. Y también, un hermoso título para un libro. Así empezó mi aventura, la de mi próximo libro que se publicará en noviembre.

El figurón de proa fue, hasta hace pocos siglos, el único espacio habilitado para las mujeres en un barco. La superstición de la gente de mar y la fogosidad de las tripulaciones masculinas, muy dadas a la bronca y al motín, justificaron, en aras de mantener la disciplina a bordo, la prohibición de embarcar mujeres, salvo esclavas o prostitutas. Los marinos son muy supersticiosos y contravenir esas creencias antiguas ha resultado siempre costoso: ni mujeres, ni paraguas, ni flores por la borda. Y si ya estaba vetado que pusieran un pie sobre cubierta, mucho más anatema era que se hicieran cargo del mando de una nave, o siquiera que accedieran a los conocimientos náuticos para intentarlo.

Empecé a indagar acerca de mujeres dedicadas al mar sobre las que pudiera fabular y construir una novela. El problema fue que encontré demasiadas candidatas. Así que decidí seleccionar seis, repartidas a lo largo de la historia y relacionadas con distintos ámbitos del mundo de los barcos: la guerra, el descubrimiento, el comercio, la piratería y la navegación de placer. Y la historia empezó a llamarse: Retratos de mujer mirando al mar.

En todos los casos que presento, las protagonistas fueron frecuentemente acusadas de crueldad, soberbia, insensibilidad o locura. Sustantivos que, en el mundo masculino, se transforman en disciplina, orgullo, valor o arrojo. Un injusto acto de desprecio y, al mismo tiempo, un revulsivo para futuras imitaciones. Cualquiera que conozca el mar y los barcos sabe que es necesario un determinado carácter para completar las travesías y mantener el orden a bordo. Precisamente las elegí por no ser pusilánimes ni dóciles, y por haberse enfrentado con fuerte personalidad a un medio duro y peligroso. Ellas fueron reales y mi única aportación ha sido meterme en sus espíritus para evocar sus dudas, sentimientos o desesperaciones.

Muchas mujeres se quedaron en el tintero. Muchas se verán reflejadas en el espejo de este libro. Y muchas seguiremos preguntándonos qué nos llevó a cambiar radicalmente nuestras vidas para enfrentarnos a ese medio arrogante y desagradecido que arrugó nuestros rostros, enturbió nuestros ojos y castigó nuestros huesos.

Agradezco a Mayte su generosidad al prestarme esta fotografía para anunciar la pronta salida del libro. Ella fue también la autora de las preciosas portadas de Mil viajes a Ítaca (segunda edición) y Navegando por el cielo. Siempre me gustaron sus acertadas capturas y su ojo de buena observadora. Durante un tiempo disfrutamos publicando artículos en el Huffington Post: yo escribía un texto y ella lo acompañaba con una foto, sin mediar más intercambio de información. Lo que yo pensaba a cambio de lo que ella sentía y aportaba; creo que de esa sutil colaboración surgieron cosas muy interesantes y divertidas.

En esta ocasión lamento que no sea esta imagen la que encabece el libro, pero, al publicarse dentro de una colección, la editorial Posidonia, del grupo Sargantana, tiene diseños propios.

Nada más por hoy. En noviembre tendremos nuevo libro, que espero os agrade y me dé la oportunidad de conoceros o reencontraros en alguna de las presentaciones. Os mantendré informados mediante este blog que casualmente, el próximo 12 de octubre, cumple la friolera de 15 añitos ¡Me da vértigo el pensarlo!

Si queréis ver la foto hacedlo aquí
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