Venga, ahora, una de botellas con mensaje ¿Quién se ha encontrado alguna?
Hay un suspiro nostálgico y un arrebato sentimental en el acto de lanzar una botella al océano e imaginar cuándo y a dónde llegará. Aunque dado como están las cosas, ahora pudiera ser considerado más como una cochinada que como un acto romántico. Las botellas con mensajes bombean nuestra sangre novelesca: imágenes de islas, piratas, secretos, tesoros, mapas y barcos. Misivas de desconocidos que han viajado en el tiempo para que otro las encuentre a sus pies, las recoja y las descorche intrigado. Será entonces cuando pueda escapar el genio de la lámpara, guardado largo tiempo en su cárcel de cristal. Solo en ese momento tomará forma su vida y su memoria, como con el dichoso gato cuántico cuando al abrir su caja podemos pillarle vivo o muerto.
La vida está llena de mensajes en botellas, aunque no les prestemos atención.
A veces esos mensajes son tristes y desesperados. En 1794 se produjo el naufragio de un barco japonés frente a una isla del pacífico. Todos sucumbieron en la isla, pero el marinero Matsuyama escribió un mensaje tallado en madera de coco y lo metió en una botella. Nadie supo qué había sido de la tripulación hasta que la botella fue descubierta 150 años después.
Hay otros casos en los que la botella y el mensaje sirven para estudiar las corrientes oceánicas. Y eso se viene haciendo desde épocas pretéritas
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Pero en todo caso, lo mejor es abrirse una botella llena de buen vino.