20-11-2018, 11:22 PM
Me gustaría relataros las impresiones que se sienten cuando te pasa un huracán por encima y no estás en el sitio adecuado. Por mucho que lo intentes algún día te pillará el toro, pero todo está bien cuando bien acaba. De sabios es aprender cada día un poco.
Habíamos venido a Kalamata huyendo de una depresión profunda, que hasta había recibido el nombre de Jenofonte, centrada en el Egeo, que daba avisos de temporal fuerte para todas las zonas del país. Kalamata representaba un buen refugio para los vientos del norte que se avecinaban, aunque no tanto para los de dirección sur, pero estos no se esperaban. Cual fue mi sorpresa, al día siguiente de amarrar, cuando, al mirar el parte meteorológico vi que se estaba formando un huracán frente a las costas libias, muy cerca de nosotros. Me quedé de piedra.
Se les llama medicanes a los huracanes mediterráneos, ya que comparten con estos últimos una serie de características que les diferencian de las borrascas:
Son simétricos, sin frentes. Una espiral perfecta que se forma por el ascenso del aire cargado de humedad, en contacto con el Mediterráneo en otoño, que se va enfriando en su ascenso. La hermosa figura reconocible de la imagen satélite de una atmósfera humeante y algodonada enrollada sobre sí misma, como la lengua de una mariposa. Contenida su furia en poco espacio, la espiral tiende a salir corriendo arrollando a su paso, con sus fieros vientos, todo lo que encuentra.
Como los huracanes, los medicanes tienen un ojo central donde reina la calma y luce el sol; cuando pasa por encima, tienes la sensación de la resurrección de la que hablaba Bernouilli en su epitafio, loando la spira mirábillis, o de haber atravesado el espejo de Alicia, o el agujero de Hawking; pero con los pelos de punta. Pese al terrorífico escenario que nos anunciaba, no hay que negar que estos giróscopos del aire son hermosos, como giróvagos ciegos y místicos, y que, en su giro, dejan claro que la naturaleza, muda y poderosa, nos pone a todos en su sitio.
La sentencia de dicho huracán lo cambiaba todo, ya que traería vientos del sur muy fuertes y el consabido mar, para el cual Kalamata no estaba muy bien abrigada. Pero ya era tarde para rectificar, no había accesible ningún refugio seguro para esos pronósticos, la suerte estaba echada y si habíamos elegido mal, pues a fastidiarse. Me acordaba de muchos de mis alumnos, noveles en el complejo arte de la navegación. Ellos suelen pensar; también muchos de los ajenos a este mundo que, por el hecho de estar en un puerto, el barco y su tripulación están seguros. Nada tan poco exacto, les digo, y les cuento el relato del yate Pendragón, atrapado por el huracán Carol, que se relata en el imprescindible libro de A. Coles; “Navegación con mal tiempo”.
El artículo es más extenso pero como no quiero llenar esto de palabras, mejor lo leéis completo desde aquí.
https://navegandoporgrecia.com/