"Viajar sin prisas es una maravilla, en tierra y más en la mar."
Así es, en transit. Yo diría que "vivir sin prisas es una maravilla", para que la vida no se muestre tan breve. Porque la prisa precisamente es eso, el recordatorio angustioso de que el tiempo es un material que no acepta reciclado y que, en contra de lo que afirma la ciencia, es absolutamente subjetivo y variable. Por eso las prisas aceleran el consumo de nuestro tiempo y la lentitud lo dilata, como cuando pisáis el acelerador de vuestra furgoneta a fondo, para que corra más, para llegar antes y gastar así más rápido el combustible de la nave que os lleva. Viajar sin prisa es la secreta clave para que dé tiempo a casi todo. O al menos es la clave para sentir que es así. Y nada representa mejor para mí todo esto que el navegar de un velero, de un velero de crucero, claro! El cabeceo rítmico, el macheteo de la proa cortando el agua, los lentos segundos de la vida, que acunan e hipnotizan hasta que la intuición de que el tiempo está pasando inexorable termina por deshacerse y uno sólo siente la vida, sin más. Ahora, mientras escribo, me estoy tomando un café, como todas las mañanas. Pero sin prisa, saboreando cada sorbo. Es el mismo café que desayuno siempre, acelerado, con la taza en una mano, mientras que con la otra guardo la leche de nuevo en el frigorífico y por el rabillo del ojo miro la hora en el reloj de la cocina y mi mente se azuza aún más, rumiando que el tráfico hoy será peor por culpa de la lluvia... No, este café de domingo no es igual. Lo saboreo, lo dilato y disfruto este instante, me entretengo escribiendo con calma, viendo el sol que por fin aparece después de tantos días ausente... el perro nota que hoy no es ayer, que algo ha cambiado, y se acerca y se tumba a mí lado, reclamando el masaje de mi pie sobre su lomo...
"El secreto de la vida es la lentitud", decía el señor Ibrahim en esa maravillosa película "El señor Ibrahim y las flores del Corán". Y ese secreto lo conocen bien los veleros. Feliz y eterno domingo