15-05-2020, 10:08 AM
Yo perdí a mi madre en una residencia hace unos 4 años.
Ella amaba mucho su casa y sus recuerdos. Allí la mantuvimos hasta que se borraron todos. Cuando ya no reconocía ni a nosotros ni a su casa, la llevamos a una residencia de ancianos, en la que la mantuvieron limpia, cuidada, bien alimentada... y le cambió la expresión del rostro a, de nuevo, una sonrisa permanente.
Los padres ancianos mantienen una competitividad con sus hijos, un pudor especial y una sensación de que no deben "dejarse mangonear", de "aquí se hace lo que yo diga". Es muy difícil, en muchos casos, hacer que coman (ni siquiera que se sienten a la mesa), que se dejen limpiar (extremo pudor), ni siquiera llevar al médico. El alzeimer hace que olviden todo al cabo de minutos, pero las emociones, como la indignación, la impotencia, el mal humor de la última discusión para que se sentara a la mesa, estas emociones perduran días... Con el tiempo la tirantez con la familia aumenta y en contraste, la simpatía y generosidad con los extraños se hace extrema, lo que les hace vulnerables ante los desaprensivos. En la residencia, las cuidadoras son "como médicos", no se resisten en absoluto, su vida deja de ser una batalla y se relajan.
Cuando dejó de saber que estaba en su casa ni ser consciente de quienes éramos, la llevamos a una residencia. El último año antes de eso, fue mas que difícil.
Las residencias son algo bueno y necesario a pesar de ser caras, prohibitivas para muchas familias, pero la situación actual debida a la pandemia y a la deficiente gestión de la excepcionalidad no debe generar rechazo hacia estas instituciones. Están siempre en situación de desborde. No es de extrañar que, si se da una emergencia mas, ya resulte inabordable.
Desde luego que necesitan regulación e inspecciones, pero casi todas son magníficas. Ojo con lo que se les exija... si aumentan aún mas los precios por culpa de exigencias adicionales (incluso de papeleo: un administrativo de mas es un cuidador de menos) ya no serán accesibles ni con un esfuerzo familiar conjunto...
Ella amaba mucho su casa y sus recuerdos. Allí la mantuvimos hasta que se borraron todos. Cuando ya no reconocía ni a nosotros ni a su casa, la llevamos a una residencia de ancianos, en la que la mantuvieron limpia, cuidada, bien alimentada... y le cambió la expresión del rostro a, de nuevo, una sonrisa permanente.
Los padres ancianos mantienen una competitividad con sus hijos, un pudor especial y una sensación de que no deben "dejarse mangonear", de "aquí se hace lo que yo diga". Es muy difícil, en muchos casos, hacer que coman (ni siquiera que se sienten a la mesa), que se dejen limpiar (extremo pudor), ni siquiera llevar al médico. El alzeimer hace que olviden todo al cabo de minutos, pero las emociones, como la indignación, la impotencia, el mal humor de la última discusión para que se sentara a la mesa, estas emociones perduran días... Con el tiempo la tirantez con la familia aumenta y en contraste, la simpatía y generosidad con los extraños se hace extrema, lo que les hace vulnerables ante los desaprensivos. En la residencia, las cuidadoras son "como médicos", no se resisten en absoluto, su vida deja de ser una batalla y se relajan.
Cuando dejó de saber que estaba en su casa ni ser consciente de quienes éramos, la llevamos a una residencia. El último año antes de eso, fue mas que difícil.
Las residencias son algo bueno y necesario a pesar de ser caras, prohibitivas para muchas familias, pero la situación actual debida a la pandemia y a la deficiente gestión de la excepcionalidad no debe generar rechazo hacia estas instituciones. Están siempre en situación de desborde. No es de extrañar que, si se da una emergencia mas, ya resulte inabordable.
Desde luego que necesitan regulación e inspecciones, pero casi todas son magníficas. Ojo con lo que se les exija... si aumentan aún mas los precios por culpa de exigencias adicionales (incluso de papeleo: un administrativo de mas es un cuidador de menos) ya no serán accesibles ni con un esfuerzo familiar conjunto...