09-12-2018, 11:21 AM
Os animo a contar cuál es la actividad, la hora o la situación que más placer os produce abordo.
Me decía Cesar : el Temido el otro día, que lo mejor de la navegación eran las copas al final de la tarde fondeados esperando la puesta del sol.
A mi me gusta el baño, nadando alrededor del barco, acaricicando y limpiando la línea de flotación. Es un ritual que me tranquiliza, me parece que le devuelvo, le agradezco un poco la protección que el barco me otorga en el mar.
Compartir una charla en la bañera mirando las estrellas, antes de bajar a dormir.
Escuchar la estela que levanta el barco navegando a buen ritmo, mientras el casco vibra alegre y las velas están bien trimadas
Disfrutar de un desayuno reparador mientras el sol templa los cuerpos y nos enfrentamos a un nuevo día.
Llegar a un puerto largamente soñado, constatar con nuestros propios sentidos si el lugar es tal como lo habíamos imaginado. Si entramos en una amplia e iluminada bahía, imaginar desde la quietud de nuestro velero, las ajetreadas vidas de los que habitan la ciudad. Contrastar esa imagen con la de un pequeño pueblo perdido al que llegan tan pocos barcos que tú mismo eres el espectáculo.
Una vez escuché a un navegante decir que somos unos tipos muy caseros a los que les gusta viajar. Nos gusta escuchar música y leer, aislarnos del mundo. Las personas normales se aíslan en sus casas, pero nosotros tenemos esa pulsion de viajar y experimentar los paisajes que vemos en los libros. Para compatibilizar esas dos cosas, que para muchos es incompatible, ahorramos toda la vida para comprar un barco, que es casa y al mismo tiempo medio de transporte. Por eso a muchos navegantes que vienen de pasar una larga temporada en el mar, hacen la compra y siguen encerrados en su pequeño cubiculo sin bajar a tierra. Por eso a muchos les basta con ir al barco, sentir como la cubierta se mueve bajos sus pies, hacer alguna chapucilla, ventilar y dormir la siesta - aunque no salga a navegar- . Por eso, el pequeño placer de aislarse aunque sea amarrado al pantalan y sentirnos dueños del pequeño espacio que cúbica dentro de nuestro velero, es tan necesario para nosotros.
Me decía Cesar : el Temido el otro día, que lo mejor de la navegación eran las copas al final de la tarde fondeados esperando la puesta del sol.
A mi me gusta el baño, nadando alrededor del barco, acaricicando y limpiando la línea de flotación. Es un ritual que me tranquiliza, me parece que le devuelvo, le agradezco un poco la protección que el barco me otorga en el mar.
Compartir una charla en la bañera mirando las estrellas, antes de bajar a dormir.
Escuchar la estela que levanta el barco navegando a buen ritmo, mientras el casco vibra alegre y las velas están bien trimadas
Disfrutar de un desayuno reparador mientras el sol templa los cuerpos y nos enfrentamos a un nuevo día.
Llegar a un puerto largamente soñado, constatar con nuestros propios sentidos si el lugar es tal como lo habíamos imaginado. Si entramos en una amplia e iluminada bahía, imaginar desde la quietud de nuestro velero, las ajetreadas vidas de los que habitan la ciudad. Contrastar esa imagen con la de un pequeño pueblo perdido al que llegan tan pocos barcos que tú mismo eres el espectáculo.
Una vez escuché a un navegante decir que somos unos tipos muy caseros a los que les gusta viajar. Nos gusta escuchar música y leer, aislarnos del mundo. Las personas normales se aíslan en sus casas, pero nosotros tenemos esa pulsion de viajar y experimentar los paisajes que vemos en los libros. Para compatibilizar esas dos cosas, que para muchos es incompatible, ahorramos toda la vida para comprar un barco, que es casa y al mismo tiempo medio de transporte. Por eso a muchos navegantes que vienen de pasar una larga temporada en el mar, hacen la compra y siguen encerrados en su pequeño cubiculo sin bajar a tierra. Por eso a muchos les basta con ir al barco, sentir como la cubierta se mueve bajos sus pies, hacer alguna chapucilla, ventilar y dormir la siesta - aunque no salga a navegar- . Por eso, el pequeño placer de aislarse aunque sea amarrado al pantalan y sentirnos dueños del pequeño espacio que cúbica dentro de nuestro velero, es tan necesario para nosotros.
El problema que aqueja al mundo es que los necios y los fanáticos siempre están seguros de sí mismos, mientras que los sabios siempre están llenos de dudas. Bertrand A. W. Russell