Hébridas a Feroe
No esperaba este año encontrarme las condiciones meteorológicas del año pasado por las aguas del norte, pero la borrasca que parece haberse establecido al norte de Inglaterra desde hace ya semanas y que nos afecta de lleno, es más persistente de lo que podía imaginar, hay días que parece se retira y al día siguiente se refuerza de nuevo, no hay manera de encontrar una opción clara de buen tiempo para el salto a las islas Feroe, no hay muchas alternativa que seguir esperando a unas condiciones óptimas, pasan los días hasta que por fin en una trayectoria anómala hacia el oeste, la susodicha depresión parece darnos una pequeña tregua con vientos medios del este y aunque no son las condiciones más benignas que desearía, me decido a aprovecharlas
A las ocho de la mañana del sábado día 15 de junio y suelto amarras de la marina Stornoway, en Hebridas. Con las primeras millas el viento y la mar se van incrementando, pronto alcanza los 20kt por el través y la ola ya formada venga por la amura. Al quedar libres de la protección de la isla Lewis, a la ola que viene del noreste se le suma la mar de leva que entra por el noroeste lo que provoca una mar cruzada, a ratos muy desordenada, luego la que suponía corriente del Golfo se hace notar con medio nudo a favor, tampoco me interesa correr demasiado y meto el segundo rizo, tengo previsto llegar a la isla sur de las Feroe entre las 4 y 6 de la tarde del día siguiente, porque a esas horas, las fuertes corrientes entre islas son más o menos neutras.
El rumbo que hago es norte, en mi derrota se encuentra el banco Sulisker de fondos en torno a los cincuenta metros, del que sobresalen dos islotes Sula al oeste y Rona al este, los separan diez millas, la ruta la he trazado por medio. Yo que siempre procuro no dejar nada al azar en mis navegaciones, esta vez he fallado estrepitosamente; primero ya salí con un viento superior al que considero cómodo para navegar al través, 20 nudos, excede 5 de lo que considero para navegar cómodo, la ola generada estaba prevista, pero no contaba con la del oeste, que no aparecía en las previsiones de mar, tampoco supuse la existencia de una corriente, al atravesar el plateau Sulisker iba a generar una mar tan confusa y crecida, menos aún no me esperaba la niebla cerrada con la que me encontré, para complicar las cosas más aún, los pantocazos, olas de través chocando contra el casco, la lluvia y el frío empezaba a pasar factura a una navegación que no debía haber comenzado si el prolongado tiempo de espera para la travesía no me empezase a rayar, este estado de cosas provocó, por vez primera en muchos años, que me marease.
Pensé que fuera algo pasajero, pero no, el malestar era persistente, a pesar de ello, en solitario es algo que tienes que asumir, nadie te va a hacer el trabajo de prestar atenciones a la navegación y al barco. En esas condiciones empiezas a escuchar ruidos anormales, exagerados por la inquietud del momento. me encontraba a cuarenta y cinco millas de la salida y en mi cerebro el hemisferio racional me decía que debería darme la vuelta e intentarlo de nuevo en mejores condiciones, pero el otro, decía que no, el que casi siempre gana en las decisiones, el mismo que un día me convenció para navegar por los mares del norte, me animaba que siguiese, ¡sigue, sigue, que la tendencia es a que amaine mar y viento! y sí, le hice caso una vez más.
La sensación de navegar en medio de una espesa niebla a más de siete nudos, medio mareado y pegando botes, es una sensación no demasiado agradable, de las que no quieres encontrarte nunca, pero sabes que tarde o temprano encontrarás, pero a veces el destino nos pone pruebas y es curioso como mi decisión de seguir adelante, a pesar de los elementos, tuvo su recompensa; poco más de una hora después de atravesar por el centro de los dos islotes, la mar calmó un poco y el predominio de la ola del este se hizo más del este sureste, con lo que ya no hubo más pantocazos, que e lo que peor llevo y para dar un respiro a tanta penuria, por un momento, la niebla se disipó y sol salió entre un gran claro de nubes, aunque no durasen mucho, al menos renovó mi ánimo, se pasó el mareo y siguiese navegando con otra moral para afrontar la noche, bueno, la penumbra, que por estas latitudes ya próximo el solsticio de verano, la noche no es noche, solo un crepúsculo más claro que la de la luna llena más brillante.
Aunque se me pasase el mareo tras vomitar el bocadillo que me había comido, no me sentía demasiado bien y no me apetecía comer nada, aunque me obligase a tomar unas galletas y beber agua, cosa que me sentaron bastante bien, al final no son tantas horas y una travesía de doscientas millas se pasan sin demasiados problemas de alimentación, luego a media noche un plátano me recompuso el estómago.
Como estaba previsto, el viento bajó a unos más cómodos 17 nudos, la mar se estabilizó un poco y lo que creía corriente del Golfo era una corriente de marea que por la madrugada se puso a la contra, con lo que la marcha que llevábamos se ralentizó.
En toda la navegación no tuve barcos cercanos, aunque vi en el AIS algunos petroleros en ruta hacia los pozos del mar del Norte, han pasado muy lejos y los pocos pesqueros también lejanos, tranquilidad en ese sentido. Las millas se iban descontando poco a poco y a treinta millas de la llegada el viento bajó mucho, quedando en unos ocho nudos, pero con todavía ola confusa y la corriente a la contra, y aunque quié el segundo rizo no avanzamos a más de 3 nudos, pensé que era buena hora de arrancar motor, además de necesitar recargar baterías, que a pesar del trabajo del piloto y de las dos neveras, durante más de 24horas, la descarga no era muy acusada y en menos de dos horas de marcha ya estaban recuperadas al 100%, también fue momento de conectar el radar porque ante la proximidad de la isla de Suduroy, no tenía claro si podría encontrar pesqueros de bajura faenando sin AIS en medio de la persistente niebla, pero no, mar vacío de movimiento
Finalmente penetré en el fiordo de Vaag sin ver absolutamente nada y yo me pregunto, ¿cómo navegarían aquellos vikingos en estas condiciones como las que me he encontrado, corrientes, vientos, nieblas y sin una mísera aguja imantada que marque el rumbo? no tengo explicación.
Ahora todo es más fácil la electrónica del siglo XXI nos ha traído matemáticamente hasta el fondo del fiordo y lo primero que vemos es el espigón portuario y algunas casas del pueblo de Vagur entre la densa niebla. Tenía claro de ante mano dónde iba, a largar el ancla, en el AIS veo que al fondo de la dársena dos veleros, uno neozelandés y el otro australiano, paso junto a ellos y me sitúo en una profundidad de cinco metros, a las seis de la tarde, una hora de retraso sobre el horario previsto, largo ancla, la aseguro, recojo todo y ahora sí, me felicito de haber llegado a Feroe, llamo desde el Iridium para dar noticias de la llegada, a toda la gente que se ha mantenido pendiente de la travesía, que sabían no iba a ser fácil. Me preparo algo de comer, lo mismo que a Rufino, que tampoco ha comido ni ha dormido a penas, tempranito los dos a dormir y recuperarnos de semejante paliza.
Salida de Stornoway, al norte de las Hebridas
Condiciones de navegación y no en los peores momentos
LLegada a Vagur, izada del pavellón feroés
Vagur, en la isla del sur de Feroe, Suduroy, con día claro es otra historia
Salud