Como ya dije en mi última intervención, la recalada nocturna en la isla de Yeu, distante cuarenta millas, sirvió para dormir tranquilamente y de mañana temprano, con las primeras luces del día, poner proa a Bilbao, distante doscientas millas y que realizo en día y medio, en otra navegación antológica de mar, viento y en la noche el firmamento estrellado, una navegación de las que te hacen soñar con otras singladuras, con otros horizontes.
Las conclusiones finales de este viaje de cuatro meses y tres mil trescientas millas es que ha sido un crucero bastante diferente a los realizados anteriormente, primero porque la mayor parte de la navegación ha sido en solitario, sin tener que preocuparme por el embarque y desembarque de tripulantes, solo atento al entorno del barco y a mi Rufino, que cada día que pasa se nota su deterioro y hay que estar muy pendiente de sus necesidades
Diferente también porque los tiempos han sido marcados por una meteorología más adversa de lo que nos hubiera gustado, nunca había estado inmerso en trenes e borrascas tan seguidas, en el primer mes perdí la cuenta de los frentes que nos pasaron por encima. Han sido un total de treinta y cinco días de espera a que las condiciones fueran favorables, en puerto o fondeado la mayoría de las veces.
Esta vez el motor ha sido utilizado en muchas menos ocasiones que el pasado año, apenas doscientas horas de trabajo, menos de quinientas millas navegadas, casi siempre para superar encalmadas que de otro modo me hubiera demorado todavía más, o para cumplir algún compromiso de tiempo con alguno de mis amigos.
En cuanto a las averías pocas, solo la rotura de una cornamusa y el foque de kevlar, el cual entraba dentro de lo previsto porque ya estaba muy maltrecho y su vida útil tocaba a su fin. La calefacción fue una de mis preocupaciones desde que salí de Galicia, ya que poco antes del viaje comenzó a dar fallos, pero manejándola con tiento no tuve problemas con ella y la estancia a bordo en los fondeos mantuvo el barco caliente, fui consciente del riesgo que corría de haberme quedado sin calefacción, pero tenía claro que semejante inconveniente no me iba a echar atrás.
Ahora en mi vuelta a Galicia, toca hacer una revisión de muchos componentes y sustituir lo que sea necesario. Ya he cambiado en Bilbao la unidad de potencia del piloto hidráulico, tengo dos, que cada cinco o seis año sustituyo, para llevar el usado a hacerle un lifting, sustituir aceite, manguitos y escobillas, para mi es fundamental la fiabilidad del piloto y un esmerado mantenimiento me hace navegar con plena confianza en él.
En Sada cambiaré el sistema de carrilera de mayor, que los patines y perfiles actuales ya tienen muchas holguras y desgastes y en ocasiones ya he notado algún enganchón sin consecuencias, pero es algo que no voy a dejar de lado, También quiero meter un segundo sistema de gas para utilizar botellas de butano de las de tipo hogar, que estas de camping son una ruina, cuatro he consumido en la travesía
Pero lo verdaderamente interesante de este viaje es que por el norte he conocido a algunos de esos navegantes de verdad, esos que nos asombran con sus travesías en condiciones extremas, marinos hechos de otra pasta, ante los que te sientes un aprendiz. Luego descubrir esa fabulosa costa del oeste irlandés que me ha dejado prendado, sus innumerables bahías, puertos naturales de recalada y marinas a unos precios que nos parecen ridículos en algunos casos. Además por esos países me siento más libre, el trato es mucho más cercano a los navegantes que lo que nos han acostumbrado por los países del sur. Más adelante volveré a recorrerla con tranquilidad y disfrutar de esos fondeaderos en playas de arena blanca.
Ahora como digo, en unos días partiré hacia Galicia y pasar un invierno más en sus aguas, a la espera de que la nueva temporada de navegación decida definitivamente hacia dónde dirigirme, en principio tengo pensado volver al Mediterráneo, pero quedan varios meses y cualquier nuevo proyecto es posible.
Amanecer en un día de verano bretón
Pocas oportunidades hemos tenido de izar spi
Rufino, mi fiel tripulante
Rumbo al País vasco cruzando el Cantábrico
Entrada en el puerto de Bilbao, aguas conocidas
Buen recibimiento a mi llegada, no me lo esperaba, Guiller en un bote clásico
Y a la Asociación de Capitanes de Bilbao tiempo les faltó para que les diese una charla