En mi opinión, que es sólo eso, lo que sucede con la normativa sobre náutica de recreo es la manifestación de una enfermedad sistémica.
Esta enfermedad se ha manifestado en el momento en que ha coincidido un concepto capitalista de la Economía con una Administración de tradición colonial.
La administración colonial se rige por la necesidad de controlar al máximo la actividad de los administrados, evitando la diversidad de movimientos espontáneos que pudieran producirse entre las líneas de una normativa farragosa y enmarañada. Todo aquello que no está expresamente regulado queda fuera de la ley y bajo el poder paternal de los funcionarios del Estado (poder que acaba siendo considerado como una parte de la remuneración, sea en estatus o, lamentablemente, a veces en especie).
El capitalismo tiende a convertir en actividad económica privada todo lo que se pueda. Así hemos visto, en nuestro caso, cómo la inspección de buques se ha traspasado a las ITBs; se ha hecho obligatorio tener una doble homologación de los equipos (CE + DGMM); se permite el establecimiento de fechas de caducidad arbitrariamente cortas; se obliga a la obtención de unos títulos náuticos en los que todo el mundo sabe que no se aprende casi nada; se obliga también a contratar unos seguros náuticos cuyas indemnizaciones pueden ser evitadas por las compañías si al involucrado "le falta algún papel", etc.
Los tiempos están cambiando, lentamente, pero con una tendencia clara. Y el cambio ha comenzado cuando los intereses de la administración han dejado de adaptarse exactamente a los del capitalismo, pues llega un momento en que el exceso normativo y la percepción del absurdo por parte del administrado afectan al crecimiento de la actividad económica. Es decir, cuando las normas tienden a ordeñar abusivamente a un grupo reducido en vez de permitir la explotación de una gran ganadería.
De momento confiemos en ANAVRE. Yo creo que lo están haciendo bien y de modo muy altruista. Pronto llegará el momento en el que haya que contratar profesionales expertos y externos, pero de momento están picando piedra del modo adecuado.
No tengamos prisa absurda; el edificio que hay que reformar es un inmenso mamotreto con cinco siglos de historias para no dormir.